Capitulo 5: Placeres nocturnos, máscaras elegantes.
—¿Almorzaste con Jareth el martes?
La pregunta de Zara me deja descolocada y detengo el bocadito de chocolate que iba directo a mi boca.
Estábamos en una degustación para la mesa dulce de la boda, el lugar era delicado y tenía apariencia de ser costoso, muy costoso. Era como el quinto lugar al que íbamos en el día, pero es que ninguno le daba el sabor perfecto a Zara.
Vicenzo estaba charlando con una de las cocineras solo para conseguir más muestras gratis, su camisa estaba con los dos primeros botones abiertos, mostrando parte de su pecho, y su pantalón era de vestir. Él había venido corriendo, dejando a mitad una de sus reuniones importantes de negocios, solo para pasar el día comiendo dulces. Todo por Zara.
La rubia estaba hermosa, pero eso era normal en ella. Llevaba un vestido de verano aún a pesar de que el clima era un poco ventoso, el color le resaltaba más los ojos, y su sonrisa de niña que no rompe un plato tenía a las señoras de la tienda enternecidas. Todo lo contrario a mi, que vestía un conjunto que me quedaba ajustado, haciendo que mis pechos resaltaran. Mi maquillaje era bastante oscuro, a comparación del de la rubia, que todo era colores claros y delicados.
—Si —respondo por fin sentándome mejor— ¿Él te ha dicho algo?
Lo cierto es que soné más curiosa e interesada de lo que debería. Pero es que habían pasado tres días del encuentro, y él sólo había dejado caer varios mensajes para saber cómo estaba, nada más.
—No a mi. —se muerde el labio— Pero fue a cenar con Zenzo, y él estaba de buen humor, comentó por encima el hecho, pero nada más.
Alzo una ceja, pero no digo nada más. Me daba igual lo que él sintiera, me daba igual.
—Seguro le habrá pasado algo bueno en la tarde —digo simplemente y vuelvo a comer para evitar hablar.
Antes de que Zara pueda decir algo, Vicenzo aparece en la mesa sonriendo en grande.
—Acabo de conseguir una tarta entera y a mitad de precio —dice orgulloso.
Suelto una risita y Zara le sonríe con dulzura mientras toma su mano mirándolo fijo, él aprieta sus dedos suavemente y le da un beso suave en sus nudillos, justo en el anillo de compromiso.
Amor, es todo lo que veo ahí. Amor, cariño, anhelo, deseo, agradecimiento. Es como un libro abierto ante mis ojos, y trago saliva mirando a otro lado cuando Zara comienza a hablarle suavemente, con el tono de voz que solo usa con él, mientras él solo la sigue mirando con ese amor tan grande.
Una vez, cuando era joven, y estúpida, y creía que podía encontrar ese tipo de amor, yo anhelaba esa mirada. Yo anhelaba que alguien me mirara a los ojos, y lo único que salgan de ellos sea amor. Un amor incondicional, sin límites. Ese que te pone de rodillas, que te hace llorar de pasión, de intensidad. Un amor único, de esos que ya no se encuentran.
Ahora, a mis veintiún años, casi veintidós, sigo anhelando lo mismo. Pero la diferencia es que sé que, yo jamás lo tendré. Porque esa clase de amor solo le sucede a algunos, solo sucede en películas, en libros.
Benditos sean los que puedan enamorarse y mantener la llama ardiendo en pasión incluso después de años, incluso después de tantas peleas. Y yo bendita, no era.
—Debo volver a trabajar —Vicenzo le habla más para ella que para mi—. Me quieren ahogar por haber dejado la reunión a medias, pero esto era más importante.
—Te dije que podía hacerlo sola, por eso vine con Sharla.
—Si te soy sincero —dice, mirándonos—, no confío en que Sharla tenga buen gusto.
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El Karma de Jareth
Storie d'amoreSharla y Jareth han sido inseparables desde que tenían cinco años. Han ido al mismo colegio juntos, han tenido mil noches de películas, han pasado por mil y un peleas. Son los mejores amigos que jamás existirán. Hasta que Sharla decide hablarle sobr...