Capitulo 10: Jesús, María y José

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Capitulo 10: Jesús, María y José.

SHARLA. 

—Espera, espera, espera. 

Detengo sus besos que iban a mis pechos y agarro su cabeza. Mi respiración es un desastre, mis labios están inflamados, mis piernas no dejan de temblar por el éxtasis. Estaba muerta, demasiado extasiada como para ser consciente de algo a mi alrededor.

Pero lo suficientemente cuerda como para saber que la sala era un lugar muy malo. 

—Tu cuarto, no quiero traumas para Lilah. 

Él parece darse cuenta de que su sobrina pequeña está durmiendo a unos metros de nosotros. Me levanta en brazos con una fuerza que me sorprende y, sin mediar palabra, nos encamina con rapidez a su habitación, dejando mi ropa desparramada en el suelo. 

Mi coño late de solo recordar la manera en la que destrozo mis bragas, y gimo sin pensarlo cuando recuerdo como su boca se sintió en mí, en cómo me hizo llegar, dos veces. 

¿Orgasmolandia? Caí en una maldita galaxia de orgasmos. 

No llegamos a su habitación, porque su boca me está devorando la mía mientras me pega a la pared, tratando de abrir su puerta. Gruñe cuando muevo mis caderas para buscar más fricción. 

Ustedes se preguntarán ¿Qué mierda estás haciendo, Sharla Abigail? 

No tengo ni la más maldita puta idea. 

Me encantaría decirles que todo es parte de un plan, que de aquí, solo le haré la vida imposible, qué voy a dejarle cachondo mientras me voy con mis dos orgasmos muy felizmente. 

Pues no, eso sería pura mierda, yo quiero esto. Yo quiero que se hunda en mí, yo quiero que me folle, que me haga sentir igual de bien que lo hizo su lengua minutos atrás. 

Maldita sea, yo no caí, me tiré. Y de la forma más fácil, sucia y mediocre que existe. 

—Jareth, apúrate —gimo su nombre para que nos meta al cuarto. 

Él, obedientemente, entra a la habitación conmigo en brazos, me tumba a la cama cerrando la puerta con el pie y se estira encendiendo la luz. 

Paso mis manos por su abdomen duro y firme. Había que admitirlo, el hijo de puta estaba buenísimo. Mi mano se cuela por su pantalón haciéndolo jadear mientras se lo quita lentamente mientras me habla. 

—¿Luces encendidas, o apagadas?

—Encendidas ¿Tú?

—Encendidas, quiero verte la cara mientras me hundo en ti. 

Trago saliva haciéndolo sonreír y se inclina para agarrar un condón de la mesa de luz. Mis dedos bajan su bóxer y jadeo audiblemente viendo su pene. 

¿Es una maldita regla? Porque es enorme, dura y ancha. Eso va a destrozarnos. 

La leve idea de él metiendo eso en mi me hace humedecerme más. 

—Vas a romperme. 

—Oh, pequeña. Espero que sí.

Ríe y con sus dedos rasga el envoltorio, mis ojos no salen de sus movimientos ni cuando se lo coloca. Aprieto las piernas cuando se da un pequeño apretón haciéndome gemir. 

—Abre —me ordena palmeando mis muslos. 

—Haz que abran, no son tan fáciles. 

—Juro que si no abres las piernas ahora, voy a ponerlas en mi hombro y voy a hundirme en ti tan duro que te haré chillar. 

El Karma de JarethDonde viven las historias. Descúbrelo ahora