Capítulo 23: Llamas del infierno

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JARETH.

Sharla tiene los ojos inundados de placer, confusión, estrés y vergüenza. Me di cuenta de lo que estaba sucediendo en el segundo que ella abrió esa puerta para mí. A diferencia de lo que cree, no es para nada silenciosa, al menos no para mí. Bastaba con tan solo meter la oreja en la puerta para oír sus pequeños quejidos y gemidos.

Sus labios se entreabren levemente y resisto las ganas de hundir mi mano en su nuca y comerle la puta boca como se debe, como se lo merece, y como lo necesita.

—No sé de qué hablas —dice, después de medio minuto tratando de recuperar el aliento.

Acerco su mano otra vez a mi boca, saboreando el ultimo rastro de su humedad en sus dedos, mi lengua se enreda en su piel y ella suelta un gemido bajo, acercando su cuerpo más al mío. Su respiración es un desastre, puedo sentir su pulso bajo mi agarre en su muñeca.

—Yo sé que sabes muy bien lo que hacías, pequeña —sonrío.

—No sé de que hablas —repite, pero esta vez su voz suena rasgada por el placer.

—Estabas siendo una sucia, tocándote sola, sin invitar —lamo mis labios.

—Jareth...

La silencio pegándola por completo a mí, subiendo su mano sobre su cabeza, agarrando la otra en el proceso, y pegándola contra la pared y mi cuerpo. Suelta un jadeo, pero este se pierde en mi boca cuando loa beso con ferocidad, queriendo devorarla, hacerla mía en mil formas posibles. Aprieto sus muñecas bajo mi mano, mi lengua metiéndose en su boca, sintiendo como una de sus piernas me rodea, dejándome más cerca suyo.

—Dime que quieres y te lo doy, pequeña.

Jadeamos, respirando el mismo aire, sintiendo nuestros pechos golpearse ante cada respiración.

—Si te lo tengo que pedir —lame sus labios, haciendo que mis ojos vayan a esa acción—, ya no lo quiero —susurra, volviéndome loco.

Ella me volvía loco, y la pequeña sonrisa en sus labios me deja saber que ella sabe esto. Gruño, apretando más su muñeca. Suelta un gemido suave, y mi pelvis se pega a la suya, haciéndonos gemir a ambos por la fricción, y el hecho de que ella solo lleve una camisa y bragas, lo hace todo más intenso.

Bajo mi mano libre, tocando su entrepierna sobre las bragas y maldigo entre dientes. Estaba húmeda, tan mojada que empapaba mis dedos a medida que iba dejando caricias. Trata de ahogar sus gemidos, pero cuando mi dedo se introduce en la tela, teniendo contacto directo con ella, gime de forma sonora.

—No es justo que seas tan malditamente caliente —me quejo, besando su cuello, pasando mi boca por toda su piel, intentando embriagarme de su olor, queriendo meterme en su piel lo más que pueda—. No es justo que no pueda estar tan lejos de ti.

Soltamos un gemido al mismo tiempo cuando mis dedos se hunden en ella, viendo como entra con facilidad por lo mojada que está.

—¿Me dejas follarte? —pregunto escondido en su cuello, sin dejar de verla y darle besos, suelto sus manos y con algo de dificultad quito su camisa, dejándola solo en sus bragas, que tampoco le ayudan de mucho.

—Hazlo, pero ya —se queja.

Sus pechos están duros cuando mi lengua los rodea, le doy atención a ambos pechos y luego bajo mi boca lentamente, quedándome de rodillas a ella. La miro a los ojos mientras suelto un gruñido quedando cara a cara con su entrepierna, saco la mano y bajo sus bragas lentamente, viendo como la tela sale de su piel lentamente, de manera tortuosa para los dos. Mi boca se abre, ansiando su sabor, queriendo comerla y hacerla correrse como nunca.

El Karma de JarethDonde viven las historias. Descúbrelo ahora