Capítulo 32: Superman

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SHARLA

Mi cabeza es un desastre actualmente.

El dolor que siento no me deja respirar, mis ojos me escuecen a pesar de que los mantengo cerrados, puedo sentir pequeños pinchazos y latidos en ellos.

Tengo náuseas y mi estomago está apretado, mi garganta pica y sé que, si trago, dolerá.

Me encuentro de la mierda y los pocos recuerdos que tengo, son horribles. Me da pánico abrir los ojos y encontrarme en esa habitación.

Las ganas de llorar me ahogan mientras siento manos en todo mi cuerpo, me siento asqueada, la imagen que tengo ahora mismo es horrorosa, me siento sucia.

Suelto un gemido de llanto cuando siento una caricia suave en mi mejilla y trato de alejarme de ese toque que me da náuseas y nervios, poniéndome los pelos de punta. No quiero que me toquen.

No quiero que nadie vuelva a tocarme nunca.

Mis ojos se abren cuando soy capaz de escuchar un ruido de máquinas, la habitación del hospital es lo primero que me encuentro. Lo segundo son unos ojos inundados de lágrimas, junto a una cabellera rubia.

Mi muñeca.

—Al fin —su voz suena baja y ahogada, como si hubiera estado gritando por horas—, siempre eres tan floja, durmiendo todo el tiempo.

Su sonrisa me ilumina, y las lágrimas no tardan de caer por mis mejillas.

—Lo siento —susurro, sintiendo la voz pastosa.

Ella se da cuenta y me pasa una botella con agua, miro ese objeto con pánico, pero ella lo abre en mis ojos, mostrándome que estaba sellado. Acto seguido, procede a beber de la botella, para luego acercarla a mi boca.

—Bebe, la compré para ti cuando te trajeron a la habitación, sabía que estarías con sed.

Bebo con recelo, aun sabiendo que Zara jamás me traicionaría, no de esa forma. Aleja la botella cuando termino y parpadeo mirándola.

—Fue mi culpa —digo, viendo que abre su boca para hablar y decir algo—. Tuve la culpa de que eso haya sucedido, me lo advertiste, sabía los rumores y aun así yo... Soy una estúpida.

—No es tu culpa —su voz sale baja.

—Lo es, acepté las bebidas, confié en él.

—No es tu culpa —su voz sale más firme—, lo que haya pasado en esa fiesta, no es tu culpa ¿vale? Saliste con un chico, te querías divertir, algo típico cuando sales de fiesta, bebiste, confiaste, lo que sea, no es tu culpa, Sharla. Esto es culpa de él, no tuya.

—Pero yo...

—Suficiente —me mira seria—, vuelves a decir que es tu culpa, y juro por Dios que te ahogo con la almohada.

Me quedo en silencio, ganándome una sonrisa dulce de su parte.

—Vicenzo estaba preocupado -susurra suavemente.

—Lo siento —repito, haciéndola suspirar.

—Ellos fueron a buscarte, Vicenzo te encontró... —su voz se rasga sin poder continuar—, te cubrió con su chaqueta. Jareth se puso como loco cuando te vio ahí, fue el primero en verte.

Mi estomago se hunde ante esa noticia, sintiéndome más culpable de haber molestado a todos.

—¿Qué sucedió? —pregunto.

—Te drogaron, lo sabes. Jareth casi mata a uno de ellos cuando vio cómo te tocaba, no llegaron a hacerte nada, gracias a Dios —su mirada está perdida en mi regazo y aprieto su mano con la mía—. También casi mata a Izan, pero se controló, te trajeron al hospital cuando no reaccionabas, estabas helada.

El Karma de JarethDonde viven las historias. Descúbrelo ahora