One || Pequeño Pensamiento

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UN AÑO DESPUÉS

— ¿Sabes que falta para que este comienzo del día sea perfecto, Kermit?— Le pregunto a mi mascota, tomándome un momento para mirarla de reojo.

En respuesta, Kermit saca la lengua.

—Música. —Confirmo. Enciendo el estéreo, el cuál mejora el ambiente llenándolo de las finas notas de Don't Let Me Down.

Sonrío. Con energía, tomo la cuchara de madera y comienzo a cantar.

I need you, I need you, I need you right now

Yeah, I need you right now

So don't let me, don't let me, don't let me down

I think I'm losing my mind now

It's in my head, darling, I hope

That you'll be here when I need you the most

So, don't let me, don't let me, don't let me down

D-don't let me down, Don't let me down

Me muevo por el pasillo de la pequeña cocina mientras recito torpes pasos al ritmo de la canción.

Y lo disfruto. Por más ridículos que sean mis pasos, me divierto y eso es lo que importa. Mi felicidad.

Eso lo aprendí con el tiempo. No te debe importar lo que las otras personas opinen de ti, lo importante es que tú misma estés bien.

Mi iguana me ve desde un extremo de la cocina moviendo su cola de un lado a otro enérgicamente. Creo que siente mi entusiasmo.

Y sí, mi mascota; confidente y mejor amigo, es una iguana.

Lo conocí un día que estaba trotando por el parque que está cerca de mi apartamento. Estaba siendo atacado por un Pitbull —Aún recuerdo el pánico que me inundó en ese momento— pero, teniendo en cuenta el contra, vi que el pobre animal estaba luchando inútilmente por liberarse de las garras del feroz perruno. De algún modo me recordó a mí, así que llenándome de valor y tomando en cuenta que me estaba lanzando a una muerte segura, lo rescaté. Con un poco de ayuda por parte de un oficial y un chico, pero lo logré.

Y desde ese día, Kermit y yo nos hemos convertido en los mejores amigos.

—Hey —llamo la atención de mi iguana —, ¿Tienes hambre?

Tomo el cereal entre mis manos y lo agito. Kermit, entendiendo completamente lo que le digo, corre hacia mí de una manera bastante graciosa.

Río ante su gesto y tomo su taza llenándola de las crujientes hojuelas de maíz.

Al llenarse, me abro paso para que un hambriento Kermit meta su cabeza en el plato y, literalmente, lo devore.

Guardo la caja en uno de los estantes y recuerdo que aún mi café estaba en la cafetera. Se me había olvidado por completo.

Una OportunidadDonde viven las historias. Descúbrelo ahora