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—Me alegra que te haya gustado linda— Comenta Dafne Clark con una sonrisa.
Hago un indicio de levantarme para llevarme mi plato, pero de inmediato tengo a Alessandro a mi lado para llevárselo. Después se coloca al lado de su madre y recoge el suyo.
Ante mi cara de confusión, la señora Dafne ríe.
—Siempre me he enfocado en que mis hijos tengan modales para absolutamente todo— Explica, dando un sorbo a su taza de té —Los hombres caballerosos están casi en peligro de extinción por así decirlo, por eso siempre se los he implicado durante su vida.
Hace una pausa y observa al vacío durante un momento. En un gesto casi por impulso, coloco mi mano sobre la suya y suspira.
—Recuerdo que cuando conocí a su padre, él era todo un caballero— Una mueca triste adorna sus labios antes de volver a mirarme —Pero cuando murió, una parte de mí quería que mis hijos tuvieran esa parte bonita de él. Así que durante todo su crecimiento les enseñé todo lo que tienen que saber sobre etiqueta, las normas de cortesía y modales. Y ahora me alegra decir que todo ha valido la pena.
Asiento, totalmente conmovida por las palabras de la señora Clark. Observo a Alessandro secar sus manos con una servilleta y luego venir hacia nosotras.
— ¿Interrumpo algo?— Pregunta tomando asiento a mi lado. Comparto una mirada con Dafne y ella niega con la cabeza.
—Nada, solo estaba conversando con Astrid sobre lo caballerosos que son mis hijos— Me guiña un ojo y río.
Alessandro entrelaza nuestros dedos y besa mis nudillos con delicadeza.
— ¿Ah sí? — Me mira divertido.
Me sonrojo un poco pero no despegó mi mirada de la de él. No es hasta que la señora Dafne se aclara la garganta para hablar.
—Oye hijo, nunca me has contado como conociste a Astrid— Dice y veo un brillo de entusiasmo en sus ojos.
Él mira a su madre y sin soltar mi mano, se acomoda en la silla.
—Era un día jueves y yo estaba terminando mi última clase del día. Recuerdo que iba pasando por las escaleras de que llevaban a la biblioteca cuando algo llamó mi atención.
Una pequeña niña de ojos azules estaba sentada al final de las escaleras, con las rodillas pegadas al pecho. Tenía una sudadera azul marino, lo cual me confundió porque ¡Estábamos en pleno verano! Sin embargo, había algo en sus ojos tristes que me hizo tener el impulso de acercarme.
—Hola, ojos azules— Fue lo primero que salió de mis labios. Al principio noté su confusión en su expresión, pero de apoco vi que se encogía más en sí misma.
Esperé paciente recibir su respuesta, pero nunca llegó. Así que volví a hablar.
—Eres muy bonita ¿Qué haces aquí?— Esta vez, la niña me devolvió la mirada. Sin embargo, vi que sus mejillas se volvían rojizas ¡Se sonrojó!
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Una Oportunidad
Non-FictionAstrid Lee ha sufrido de Bullying gran parte de su vida y por ello, al ser aceptada en la Ai (Universidad Internacional de Miami de Arte & Diseño) decidió que era conveniente alejarse. Irse a un lugar donde sabía que nadie la volvería a molestar, a...