Epílogo

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La vida es un completo misterio

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La vida es un completo misterio. Un misterio tan sincronizado y perfecto que sería casi imposible tratar de descifrarlo.

En un momento estamos con lágrimas en los ojos, llorando por todos aquellos errores que cometimos en el pasado. Sufriendo y justificando por qué no pudimos haber actuado de mejor manera en aquellas situaciones... Cuando por otro lado, gracias a esos errores del pasado; obtenemos un aprendizaje.

Y en lo más profundo de nosotros lo sabemos. Sabemos que después de vivir aquello, somos más fuertes. Más independientes.

Por eso, después de las lágrimas: siempre llegará una sonrisa. Y no importa cuánto tarde, siempre llegará.

Astrid Lee vivió mucho tiempo de su vida llorando y sintiéndose culpable por todo lo que vivía a diario. Ella jamás imaginó que merecía ser feliz, pero ¡Todos lo merecemos!

Y fue cuando cierto día, un chico de ojos verdes se acercó que ella comenzó su duda acerca de lo que le decían que merecía. Pero ¿Quién te dice lo que debes o no merecer?

Nadie. Nadie debe tener ese poder sobre una persona. Nosotros mismos debemos encontrar aquello que nos hace feliz, que nos llena de emoción y energía para luchar con todo en cada batalla.

Astrid comenzó a tomar el timón de su vida al estar en Miami. Estado allí, aprendió a hacer algo importante: Quererse a sí misma.

Y fue allí cuando alguien importante en su vida reapareció. El mismo chico que hacía poco se encontraba abrazándola en una melancólica despedida en el aeropuerto.

Sí, estoy hablando de Alessandro Clark.

Él le enseñó el nuevo significado de la palabra 'Amar' y pues, también se enamoró en el camino.

Bueno, ambos se enamoraron en el camino.

Sin embargo, toda la perfección que estaba vislumbrándose en la vida de nuestra protagonista fue de nuevo arrebatada por el monstruo de su pasado. Lydia.

Quién después de empujarla al acantilado, huyó cobardemente dejando las señalaciones a qué Astrid Lee se había suicidado.

No obstante, Alessandro Clark no lo creía.

Curiosamente él volteó con dos helados en la mano justo en el momento en el que el cuerpo de su novia tocaba el suelo y unos segundos más tarde, lo hacían los helados.

Desesperado y con el corazón encogido en la tristeza, Alessandro emprende su carrera hacia el cuerpo que ahora está cubierto de sangre.

Sin importarle ensuciarse, él se tira al lado del cuerpo desfallecido de la castaña y con un tono desesperado la llama, intentando convencerse a sí mismo que la caída no la haya matado...

No, no. Ella no puede morir. No ahora, no ella.

Las lágrimas ruedan por sus mejillas, pero no le puede importar menos. Con la voz quebrada, sigue intentando que Astrid despierte.

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