capitulo 18

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Victoria

Al día siguiente.

Golpeo el saco de boxeo, la mano se me adormece, el hombro se me pone algo rígido evitando que siga golpeando pero me detengo, aun duelen las secuelas del accidente pero, no dejo de golpear el costal por unas estúpidas secuelas que se pasan en unos minutos tal así quisiera que fueran mis problemas, que se pasaran en cuestión de minutos y seguir mi vida feliz y disfrutando.

—Ya basta Victoria—exige.

Un poco más, alzo el brazo para dar el último golpe que como consecuencia siento como si me desprendieran el hombro, el dolor se me expande a hasta la dorsal de lado correspondiente, parte del pecho/clavícula la sentía contraída así como el lateral del cuello, voy a sentarme a la banca y me intento quitar los guantes sola pero el dolor es insoportable como siempre y se me hace eterno esperar a que se vaya.

—Te dije ya basta pero no me haces caso—me quita los guantes y prosigue con los vendajes.

—déjame sufrir, ¿okey?, tú me has dicho que saque todo lo que siento hasta que esté tranquila y adivina qué, aun no lo estoy.

—se lo que te he dicho—revisa mi hombro—pero tampoco es para que maltrates tu cuerpo, sabes que tienes un desgarre de hombro de hace 3 años y tu mano—también la revisa— ¿Cómo me convenciste de hacer esto?, no estás bien y lo sabes pero no te importa acabar contigo misma, hasta parece que te gusta auto hacerte sufrir.

—tú me recomendaste el boxeo para mis ataques de ira, ahora te aguantas.

—yo sé lo que te dije y sostengo mis palabras, el problema no soy yo, eres tú que no sabes manejar tus impulsos aun.

—eres un mal psicólogo, kenneth.

— ¿mal psicólogo?, quien fue la persona que dejó de ir a sus sesiones semanales, quien dejó sus terapias, quien olvidó que las terapias son importantes, dime, ¿quién?—sermonea.

—llévame a mi casa—murmuro muy apenas.

—Suficiente por hoy—se pone de pie—hay que ponerte algo en ese hombro o se te inflamará, otra vez, más tarde tenemos cita y más vale que te controles o se pondrá más difícil el asunto, entendido.

—entendido—ruedo los ojos.

—memoriza bien lo que tienes que decir si te preguntan lo del accidente.

—sí, sí, ya sé.

Joel.

Me quedo admirado de los autos que veo en la agencia, el sujeto que nos acompaña nos da santo y seña de cada auto que victoria se detiene a ver y que no son nada baratos pero se lo compra su abuelo así que le vale el precio mientras que yo necesitaría ahorrar un año para poder comprarme uno de estos.

—tu que dices, joe, cual te gusta.

—pues no sé, todos.

—a mi ninguno pero tengo que comprarlo—se encoje de brazos—asi que ayúdame que no te traje nomas que para que vieras.

Seguimos caminando, hasta que nos detenemos frente al mercedes amarillo y lo inspecciona con una mueca no muy convencida, a lado estaba exactamente el mismo mercedes deportivo que destrozó hace semanas.

— ¿algún otro color?

—solo este tenemos disponible, los demás ya fueron vendidos.

Revisa el interior y tampoco luce muy convencida salvo a mí me encanta, si fuera de otro color con más ganas hasta vendía a los chicos para comprarlo.

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