9.- Black Waltz

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I walked down the halls
Of that haunted place
A whisper was leading me
Through the maze

Su Alteza había caído justo en su regazo.

Claro que la idea era que el recorrido terminara en la armería, por eso había llevado a Lang Ying, el niño fantasma, hacía allá pensando en que seguro Su Alteza se iría precipitadamente y querría llevarse al niño consigo tal como lo había dicho.

¡Pero no esperaba que apareciera de este modo!

Aunque mantenía un porte tranquilo y ligeramente sorprendido ante el hecho de que un hombre le cayó del techo, Hua Cheng se estaba deshaciendo de nervios interiormente. Sus pensamientos eran un caos que daban vueltas alrededor de una cuestión: ¿Era irrespetuoso tener a Su Alteza de esta forma? ¿No lo era? ¿Qué era lo siguiente que debía hacer? ¿Cómo debía proceder ahora?

Su Alteza, disculpe a este creyente por el predicamento en el que lo acaba de meter

— San Lang, lo siento.

Antes de que pudiera procesar lo que sucedía, Hua Cheng sintió las manos de Su Alteza en sus hombros y un segundo después fue empujado bruscamente lejos de dónde se encontraban. Para el Supremo no fue difícil entender el proceder de esta situación, y su sospecha se confirmó cuando Shi QingXuan cayó en el sitio donde estaban ellos hasta hace poco tiempo llevando consigo a He Xuan. Hua Cheng no pudo evitar sentir un resquicio de pena por el Señor del Viento: estaba allí por un hombre que en el momento menos esperado iba a apuñalarlo por la espalda y pensó que su única desgracia había sido tener un hermano como Shi WuDu.

Pero, después de todo, ese no era asunto suyo así que fingió demencia y solo dijo en tono interrogatorio:

— ¿Gege?

— Puedo explicarlo— dijo Su Alteza con un poco de pena.

— Eso estoy esperando.

— ¿No debería ser al revés?— increpó Shi QingXuan—. ¡Él es quien le debe una explicación! ¡Es el responsable por la desaparición de un oficial celestial, Su Alteza, sea cuidadoso!

— San Lang, no sé cual sea el malentendido que tengas con el Señor Maestro de la Tierra, pero sugiero que nos sentemos y lo dialoguemos.

Aquí era donde iniciaba la farsa planeada por los dos Supremos. La historia urdida era que Ming Yi había estado a su lado como un oficial bajo su mando del cual había estado sospechando y usando su encuentro en el paso de Banyue había finalmente confirmado sus sospechas por lo que lo encerró y lo interrogó, Ming Yi trató de escapar y fue entonces cuando invocó las llamas de Dragón Ascendente en un desesperado intento de auxilio que lo dejó a su merced.

Sin duda, era una buena historia. Hua Cheng tenía que admitir que He Xuan se las había ingeniado bien para el poco tiempo con el que contaban desde las llamas invocadas por el dios de la tierra antes de morir. Casi parecía que el Supremo de las aguas se había estado preparando para cuando llegara este momento.

— ¡Viento, ven a mí!

Bueno, eso no lo esperaba. Apenas le había advertido a Su Alteza sobre el peligro de involucrarse con el Señor del Viento cuando ésta ya había hecho su movimiento. Tomando en cuenta que estaban en su territorio, y en su casa, eso ya era muy valiente; de no ser porque Shi QingXuan era asunto de He Xuan, Hua Cheng ya le hubiera hecho ver su suerte del mismo modo que lo hizo con Lang QianQiu en la Guarida del Apostador.

Aunque Shi QingXuan no le había hecho nada y, de hecho, era bastante gentil con Su Alteza. Pero era un rey fantasma, después de todo, y tenía que hacer valer su autoridad ante un oficial celestial que creía estar haciendo lo correcto.

— Tienes un abanico. Qué coincidencia, yo también.

Tras decir esto, Hua Cheng desplegó un abanico pequeño hecho de oro puro. Sabía de antemano que combinar el poder de este abanico con el viento conjurado por el dios sería peligroso para el sitio donde estaban, pero no le importaba, tenía que hacer esto lo más creíble posible y podía restaurar todo sin problemas. El arsenal que había obsequiado a Su Alteza seguiría intacto. Sin decir nada, lanzó una ráfaga dorada de hojas filosas que se incrustaron en la pared.

Y entonces Lang QianQiu volvió a aparecer, absorbiendo todo el metal lanzado por su abanico usando su espada. Hua Cheng se echó a reír a carcajadas, usando su aparición como una forma de ponerle fin a todo esto.

— ¿Tan pobres son los oficiales celestiales que no pueden dejar ni un poco de oro atrás?

Sus palabras tuvieron el efecto esperado, pero lo que sucedió después indicó que todo se había salido de control.

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— ¡Maldita basura inútil!

E-Ming terminó siendo lanzado violentamente y se estrelló con fuerza contra una de las paredes carbonizadas de la armería. Presa de una rabia que no había sentido antes, Hua Cheng lanzó las armas restantes lejos con un grito de furia que reverberó por todas las paredes, el ojo de la cimitarra giraba enloquecido, como si así el arma pudiera soltar el dolor que los acometía a él y a su maestro en ese momento.

Había herido a Su Alteza. ¡Su estúpida cimitarra había herido a Su Alteza!

Primero, había sido inútil para evitar que una serpiente escorpión dañara a su persona especial mientras estaban en Banyue. ¡Y ahora había lastimado a Su Alteza con su propia arma! ¿Qué clase de devoto era que había lastimado a su dios con su propia mano?

He fallado nuevamente. Su Alteza, perdóneme

No había sido su intención, él se había dirigido contra el idiota de Lang QianQiu. ¿Cómo iba a imaginar que Su Alteza se interpondría con un movimiento que absorbería la fuerza de ambos ataques? Aún así, la rabia y la culpa lo atacaban sin piedad. Había visto a Su Alteza, debió aprovechar la oportunidad para alejarse antes de lastimarlo, pero debió admitir que todo había sido demasiado rápido, por lo que solo atinó a culpar de todo a E-Ming. Pero... pensando más fríamente el asunto, la culpa era de He Xuan por no hacer caso de sus constantes advertencias con respecto a Ming Yi. Y suya propia por dejar que el idiota lo arrastrara en esta mierda que se había salido de control.

Fue entonces que sintió algo que le devolvió la claridad: los dados que tenía Su Alteza habían sido tirados. Tal vez... a pesar de lo sucedido Su Alteza quería verlo.

— Mi señor— llamó Yin Yu, apareciendo discretamente y con cautela, para no despertar la furia de la Devastación, eligió sus siguientes palabras—. Hay un informe reciente, Su Alteza ha sido recluido en su palacio.

— ¿Por qué?— preguntó Hua Cheng sin voltear a verlo.

— Al parecer Su Alteza Tai Hua lo ha reconocido como el sacerdote Fang Xin.

Hua Cheng se congeló en el acto, recordando aquella vez que estuvo en Yong An. Tras la muerte del sacerdote Fang Xin y con el objetivo de saber a ciencia cierta qué había hecho el molesto imbécil de Qi Rong, Hua Cheng había investigado al respecto sobre el atentado del Banquete Dorado y encontró algunas cosas interesantes. ¿Quién diría que algún día esa información le iba a ser de utilidad?

— Necesito que te hagas cargo de esto— ordenó el rey fantasma haciendo un gesto con la mano que abarcaba toda la armería—. Voy a salir un rato.

— Como ordene, señor— dijo Yin Yu haciendo una reverencia.

Hua Cheng tomó a E-Ming y salió rumbo a una de las habitaciones de Mansión Paraíso. Si Su Alteza era realmente el sacerdote demoníaco Fang Xin, entonces él tenía que limpiar su reputación.

La lluvia que alcanzó a la florDonde viven las historias. Descúbrelo ahora