4.- Requiem Demort

432 61 34
                                    

Frialdad y rectitud resaltan su virtud
Es la imagen de su falsedad
Su semblante normal es la trampa mortal
No es un réquiem, es fatalidad

Hua Cheng aterrizó con suavidad sobre el piso. Su ojo izquierdo recorrió el lugar al tiempo que el ojo de E-Ming se abría para escanear el sitio. Tal como había supuesto, el pozo de los pecadores era una construcción resistente, rodeada por una capa de magia que impedía la salida a todo aquello que fuera arrojado aquí. No encontró ni un solo rastro de A-Zhao, lo que le pareció muy sospechoso: aunque los cientos de soldados de Banyue que estuvieran aquí hubieran arrasado con el joven, habría algunos restos como huesos o sangre, pero aquí no había nada.

Nada que fuera reciente, al menos.

No pudo evitar inquietarse al pensar detenidamente en esto. Sabía que la corte celestial era inútil y corrupta, pero no tanto como para dejar que personas inocentes fueran irremediablemente conducidas aquí. Eso significaría una reducción constante de méritos que nadie se podía permitir perder. A menos que hubiera alguien detrás de todo esto con una gran influencia en el Tribunal Superior. ¿Pero quién podría ser?

Un gruñido amenazante sacó al Supremo de sus pensamientos. Hua Cheng volteó hacia el soldado fantasma que, tontamente, lo había tomado por una nueva presa a devorar. Un movimiento sutil en la superficie le hizo voltear, viendo como la chica colgada que habían visto antes se balanceaba en el aire liberándose de sus ataduras, yendo hacia la gente arriba.

Así que ella es un fantasma. Interesante

Al poco tiempo, los soldados que se encontraban en la superficie cayeron al pozo, uniéndose a la horda que se encontraba en el fondo. Poco a poco los soldados se agruparon alrededor de Hua Cheng dispuestos a devorar su nueva presa, y el primero que había anunciado su presencia con un gruñido fue quien se abalanzó contra él blandiendo un gran mazo dispuesto a aplastarlo de un golpe. Sin duda, era un oponente temible y formidable con un aura imponente y un poder intimidante; pero no era nada contra Hua Cheng, que pudo hacerle frente con E-Ming sin siquiera retroceder un poco. El soldado mostró una gran sorpresa antes de que la delgada hoja de la cimitarra cortara su cuerpo en dos, abriendo una gran herida de arriba abajo. El resto fue sencillo y en unos segundos todos los espíritus resentidos del pozo habían sido eliminados, liberados de la prisión dónde habían estado por años. Era hora de volver con Su Alteza.

Sorpresivamente, era Su Alteza quien venía hacia él.

꧂꧂꧂꧂꧂

El Príncipe Heredero era una persona grandiosa.

Más de 800 años atrás había saltado para salvar de la muerte a un niño despreciado por todos, y había sido el único dispuesto a acogerlo y consolarlo cuando fue señalado como un ente de mala fortuna que llevaba la desgracia a todo aquel que estuviera con él.

Ahora, estando en los brazos de Hua Cheng, lo único que el príncipe hizo fue regañarlo por saltar tan impulsivamente. El rey fantasma no pudo evitar reír un poco.

— ¿No tiene Gege otra cosa que preguntarme?

— ¿Cómo qué?

— Si soy humano.

Hubo un silencio, tras el cual Su Alteza dijo:

— ¿Acaso importa? Si me gustas, me seguirás gustando aún si eres un vagabundo. Si no me gustas, podrás ser el emperador y seguirás sin gustarme.

— ¡Mis hermanos!

Solo entonces Hua Cheng se dio cuenta que, junto a Su Alteza, el general Ke Mo cayó con él. Con un suave movimiento, E-Ming volvió a la carga para evitar que el general se acercara a ellos, el Supremo lo tomó como una especie de diversión mientras sostenía a Su Alteza en sus brazos. Si pudiera ser posible, se quedaría así para toda la vida.

La lluvia que alcanzó a la florDonde viven las historias. Descúbrelo ahora