Extra 3: Good Enough

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So take care what you ask of me
'Cause I can't say no

Hua Cheng había amanecido enfermo.

No era nada más que una simple gripe, pero el malestar era terrible. Era como si estuviera sufriendo la excitación de los demonios en una menor medida, era algo que podía manejar.

El rey fantasma estaba ocupado con las planas de caligrafía que Su Alteza le había dejado ignorando su malestar, tanto por la gripe como por la fastidiosa tarea, cuando Su Alteza llegó y vio su rostro sonrojado, tras lo cual le puso una mano en la frente. 

— Estás caliente— dijo el príncipe.

Con una sonrisa, Hua Cheng replicó:

— Naturalmente, cuando estoy cerca de Gege me pongo caliente, y cuando Gege me toca me pongo aún más caliente.

Debía admitir que le gustaba jugar con Su Alteza de ese modo, ver las reacciones del príncipe ante sus palabras maliciosas era siempre un espectáculo que adoraba admirar, provocar al dios siempre lo llenaba de placer, sobre todo cuando Su Alteza respondía a sus provocaciones de forma tan adorable y, después de haber obtenido la experiencia necesaria, tan excitante. Simplemente no podía evitarlo.

— Tu boca sigue siendo tan deshonesta aún cuando estás enfermo— lo regañó Su Alteza.

— ¿Qué dije? Soy muy honesto— dijo Hua Cheng con inocencia—. No se preocupe, Gege, es algo sin importancia.

Pero a causa de ese "algo sin importancia" su voz había salido ronca.

— Entonces deberías descansar adecuadamente— dijo Su Alteza—. Te acompañaré en estos días hasta que estés mejor.

Hua Cheng, tendido en el mismo altar dónde la noche anterior había jugado una larga ronda con Su Alteza, palmeó el espacio a su lado preguntando:

— Gege, ¿no quiere subir a hacerme compañía?

— Será mejor que no— dijo Su Alteza—. Mi San Lang ya se ha sobre esforzado demasiado.

Algo en el interior de Hua Cheng se calentó con ternura al escuchar la forma en que Su Alteza se dirigió a él. Aún así replicó con una carcajada:

— Tonterías. Si es Gege, ¿por qué temería San Lang sobre esforzarse?

Su Alteza ya no dijo nada. En su lugar se dedicó a escribir nuevas planas de caligrafía y Hua Cheng se dedicó a mirar a Su Alteza, actuando lastimero y mimado, solo para recibir los mimos de su esposo.

Esposo. Realmente podía llamar a su persona amada de ese modo.

Y entonces Su Alteza sacó un libro. Hua Cheng lo reconoció, claro, pero decidió fingir demencia al respecto y escuchó la historia que había escrito en un momento de aburrimiento tiempo atrás. Su Alteza intentó dejar de leer en varias ocasiones, conforme el cuento avanzaba, pero Hua Cheng se las arregló para hacerlo continuar mientras disfrutaba la expresión cada vez más azorada del príncipe hasta que terminó la lectura.

— ¿Qué carajos es esto?— explotó Su Alteza al terminar, mientras Hua Cheng reía a carcajada suelta.

¡Esto fue muy divertido!

— ¿No está muy distorsionado? Además, ¿cómo puede ser eso para que los niños lo lean? Es bastante inapropiado.

— No me parece que sea muy distorsionado— dijo Hua Cheng—. Al menos hay algunos puntos exactos.

Su Alteza dejó el libro amarillento a un lado y dijo terminantemente:

— No volvamos a leer un libro tan desastroso y sin sentido. Descansa un poco.

— Creo que está bien escrito y tiene talento— dijo Hua Cheng, juntando las manos para suplicar—. Cuando escuché a Gege leer me sentí lleno de energía. Por favor, Gege, lee otra historia.

— No.

— Gege, me duele la cabeza.

— Esto…

— Gege…

Su Alteza finalmente cedió. Después de todo, no había nada que se negaran uno al otro, por lo que Hua Cheng se abrazó a Su Alteza cuando el príncipe se tiró a su lado para leer.

La lluvia que alcanzó a la florDonde viven las historias. Descúbrelo ahora