33.- Máscaras

241 39 3
                                    

Te enseñaron a ver el mundo al revés
A perder pedazos de conciencia
A tener miedo de ti mismo
Ignorando tu propia existencia

Hua Cheng esbozó una sonrisa de suficiencia frente a Ling Wen.

Se había escabullido a la cámara lateral de la diosa junto a Su Alteza. El plan original había sido ir a ver a Mei Nian Qing, que estaba cautivo en el Palacio de la Literatura, pero al ver a Ling Wen salir sin tener el Brocado Inmortal encima decidieron ir a buscar la prenda, lo cual no sería tan sencillo considerando que había una gran cantidad de ropa en el lugar. Ambos probaron todas las túnicas que había en el sitio sin tener resultados, Hua Cheng había jugado un poco con Su Alteza pero no había servido de nada.

Inesperadamente, Ling Wen entró en la sala e hizo una revelación que no habían imaginado: Su Alteza se había puesto el Brocado Inmortal confundiéndolo con la túnica que solía usar.

¿Por qué no obedeció mis órdenes entonces?

Ahora estaban los tres encerrados en esta pequeña sala, incomunicados para evitar que Jun Wu los descubriera.

— Su Alteza, escuche bien: si Hua Chengzhu intenta atacarme o me hace daño, entonces usted lo atacará.

Eso... para empezar, había sido estúpido. Y muy desafortunado.

— Muy bien, Hua Chengzhu, es hora de retirar la sala. Aún hay muchas peticiones que tengo que atender así que... ¿podemos resolver este pequeño problema?

Sin que la diosa se diera cuenta, había situado una de sus mariposas detrás de ella, la cual inmovilizó su cuerpo en el momento que recibió la orden, solo debía esperar un poco.

— ¡San Lang!

La mano de Su Alteza presionaba con fuerza el pecho de Hua Cheng. De haber estado vivo, habría sido fulminado por la fuerza de semejante golpe; aún estando muerto había sentido una terrible punzada que habría podido desvanecerlo de no ser por los grilletes malditos que aprisionaban su poder.

— Muy bien— dijo el rey fantasma—. Ataque completo. Comando de liberación.

Ling Wen era astuta, pero había sido completamente imprudente en este caso. ¿Cómo se atrevía a usar a Su Alteza de ese modo?

— San Lang, ¿estás bien?— preguntó Su Alteza.

— Gege es realmente increíble— dijo Hua Cheng—. Ese golpe fue hermoso.

— Utilicé un séptimo de mi fuerza en ese golpe, ¿realmente estás bien?

— No estaba bromeando. Gege es realmente increíble. Si no tuvieras esas cosas en tu cuerpo ni siquiera Jun Wu sería tu pareja.

Si no tuviera esos grilletes, Su Alteza, Jun Wu ni siquiera podría ser su contrincante

— ¿Qué tipo de mal hábito es este?— inquirió Su Alteza—. ¿Por qué tuviste que recibir el golpe?

— Gege, ¿sabías que este es un mal hábito?— dijo Hua Cheng—. Cuando se trata de recibir una paliza, no tienes derecho a darme un discurso, ¿sabes?

— ¿Oh, en serio?

En ese momento Su Alteza recordó que Hua Cheng lo había encontrado a punto de tragarse una espada, algo que el rey fantasma también había recordado. Algo que siempre iba a recordar.

꧂꧂꧂꧂꧂

— Su Alteza, sabía que vendría. Te estaba esperando.

Hua Cheng se mantuvo recargado en la puerta montando guardia. Si llegaba a pasar algo era bueno estar cerca de la puerta para facilitar la huida, mientras Su Alteza hablaba con el GuoShi de Xian Le, escuchando atentamente. Jun Wu no solo era el Emperador Celestial y la Calamidad Vestida de Blanco, sino que era el Príncipe Heredero del desaparecido reino de WuYong. Y tal como Hua Cheng lo sabía, la única relación entre ellos era la destrucción de Xian Le.

La lluvia que alcanzó a la florDonde viven las historias. Descúbrelo ahora