Extra 5: Shitsuyoku no Seiiki

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Kono koe mo kono yume mo ima anata o michibiite
Saikai no ano oka de ni nin dake no sora o mezasou
Moshi boku ga kowarete mo kono tsubasa o shitsu kushite mo

Un solo vistazo a su Ciudad Fantasma fue suficiente para agriar el buen humor con el que Hua Cheng despertó ese día. ¿La razón? Todos los habitantes estaban haciendo preparativos para una celebración que nadie les pidió pero que de todas maneras se afanaban en hacer inopinadamente. El señor de la ciudad no había dicho que no, así que ellos celebraban.

Los fantasmas estaban preparándose para celebrar su cumpleaños.

Por supuesto, Hua Cheng nunca celebraba su cumpleaños. A decir verdad, nunca tuvo una celebración apropiada de ese día: no recordaba si sus dos primeros años de vida fueron celebrados pero sí recordaba claramente como en su tercer año su madre había intentado celebrarlo solo para ser brutalmente frenada por su padre.

— No tenemos nada que celebrar ahora— dijo el hombre señalando a su tercer hijo con dedo acusador—. ¡Desde que pariste a ese engendro nos ha ido terriblemente mal! La única celebración que va a recibir ese mocoso será su jodido funeral.

— Esposo, no seas tan cruel con Hong'er— dijo su madre—. Él no tiene la culpa de nada...

— ¡No me lleves la contraria! ¡Ese mocoso no va a tener nada y es mi última palabra!

Para su cuarto cumpleaños, su madre se las había arreglado para conseguir un bocadillo que le dio en la madrugada, antes de que el resto de la familia se despertara y los viera.

— Feliz cumpleaños, mi querido Hong Hong'er— dijo la mujer en un susurro.

Hong'er sonrió ampliamente devorando el bocadillo y su madre le acarició la cabeza con cariño.

— Algún día me aseguraré de que tengas una fiesta de cumpleaños apropiada— dijo.

Otra promesa que no se cumpliría. Hua Cheng refunfuñó para sí mismo mientras volvía a su habitación para ocuparse con otras cosas. Mientras no le causaran problemas, la gente de la ciudad era libre de hacer lo que quisiera, por su parte él solo se dedicaría a no hacer nada e ignorar ese próximo día como si no hubiera existido. Lo único que le frenaba al desear no haber nacido nunca era pensar en qué hubiera pasado con Su Alteza si él no hubiera estado a su lado en momentos cruciales para evitar que cayera en el abismo. Solo eso le alegraba un poco.

Hablando de Su Alteza... Hua Cheng había notado que el príncipe estaba un poco tenso o preocupado. En un principio decidió no entrometerse en sus asuntos pensando que seguro se trataría de cosas concernientes a la corte celestial pero aún así no podía dejar de preocuparse por lo que decidió tomar las riendas del asunto y durante una de sus prácticas de caligrafía llamó suavemente:

— Gege.

— ¿Qué pasa?— preguntó Su Alteza volteando hacia él.

Hua Cheng dejó el pincel a un lado y dijo:

— Estaré equivocado, pero Gege parece estar preocupado por algo. ¿Quieres decir qué es para que San Lang comparta tus preocupaciones?

— No puedes dejar el pincel— dijo Su Alteza con expresión severa—. No seas perezoso, toma el pincel y continúa.

— Me atrapaste.

Hua Cheng siguió escribiendo, pero no abandonó la cuestión.

— Pero recientemente, Gege ha sido un poco inusual— dijo.

— ¿Oh? ¿Cómo es eso?

— Parece... demasiado complaciente.

— ¿No he sido siempre así?

La lluvia que alcanzó a la florDonde viven las historias. Descúbrelo ahora