3.- Necessary Evil

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It’s my party and I’ll die when I want to
Die when I want to, die when I want to
The monster you’ve made is wearing the crown
I’ll be the king and you'll be clown

El palacio real  de Banyue era una construcción derruida, al igual que todos los edificios y casas a su alrededor. Con su silueta contrastando con la luz de la luna, la vista resultaba ser un espectáculo tétrico no exento de cierta belleza fantasmal capaz de hechizar a cualquiera que lo vea.

Era una vista que Hua Cheng podría disfrutar de no ser porque estaba muy molesto.

Fu Yao se había quedado atrás, con el grupo de mercaderes, mientras que Nan Feng y el guía de la caravana iban con ellos. Por el camino se habían encontrado a dos misteriosas mujeres, a las que Su Alteza había visto previamente, pero no les prestó demasiada atención hasta que estuvieron a punto de atraparlos y Nan Feng sirvió de distracción contra ellas. Tenía que admitir que una se le hizo vagamente familiar, pero no estaba muy seguro y en este momento su prioridad no era averiguar quiénes eran. Su prioridad ahora era encontrar el antídoto para Su Alteza y los demás. Con eso en mente miró alrededor en busca del helecho Shanyue.

Hua Cheng jamás había puesto un pie en el reino de Banyue, todo lo que sabía al respecto había sido lo que Yin Yu había escuchado en la corte celestial y la cientos de leyendas que había escuchado de fantasmas viajeros que iban a su ciudad a comerciar. Pese a eso, el Supremo no pudo evitar pensar que algo andaba mal en esta tierra y alzó la vista hacia la figura que estaba colgada en el pozo de los Pecadores, observando a aquella niña con una sensación agridulce, recordando su trágica muerte. Finalmente apartó la vista, encontrando qué era lo que estaba mal en ese lugar repleto de plantas.

¿Usan personas para fertilizar la tierra?

Todas estas plantas se alimentaban de cuerpos humanos, por lo que Hua Cheng las desechó de inmediato. No iba a ofender a Su Alteza untando en su cuerpo esas cosas sangrientas. Él sabía que los mercaderes no se quedarían de brazos cruzados, por lo que no le sorprendió ver a aquel niño junto a otras tres personas pertenecientes a la caravana, ahora no solo tenían que encontrar el helecho, sino también cuidar de esos mortales. Conforme avanzaba por este lugar abandonado, Hua Cheng se preguntó dos cosas: la primera era concerniente a la sola existencia de este sitio sin que nadie en el cielo moviera un solo dedo por hacer algo. ¿Acaso no había gente que rezara aquí por ayuda? Lo más lógico era que sí lo hubiera, ya que las caravanas se veían obligadas a venir a este sitio para conseguir el antídoto contra el veneno de las serpientes escorpión. El pensar en estos reptiles le hizo pensar en su segundo cuestionamiento: ¿por qué no había ninguna serpiente escorpión rondando por el lugar? Era algo muy extraño si se reflexionaba en ello: si la sacerdotisa de Banyue controlaba a las serpientes escorpión y este sitio olvidado era su dominio, lo más normal era que el reino entero estuviera infestado de ellas.

Sin embargo, desde que entraron a Banyue no se habían topado con ninguna, mientras que en la tumba que les había servido de refugio se había llenado de ellas en poco tiempo… y se habían retirado cuando picaron a varios comerciantes. En la mente del fantasma, las piezas de este rompecabezas empezaban a encajar, pero le faltaban datos para tener el panorama completo. Finalmente logró encontrar el helecho Shanyue, uno libre de fertilizantes humanos, y arrancó unas cuantas hojas para dirigirse a los demás.

— Lo encontré.

El fantasma se dirigió de nuevo a Su Alteza, pulverizando los helechos para aplicar el polvo resultante en su herida y se apartó de nuevo, tratando de ocultar su disgusto por su ineptitud al permitir que esa serpiente hubiera lastimado a su persona especial.

Y debía admitir que le molestó la poca importancia que el príncipe dio a esto.

Su Alteza, me atrevo a estar disgustado con usted por menospreciar su salud de esa manera

Hua Cheng vio como los comerciantes empezaban a recoger plantas a diestra y siniestra tras comprobar que era la planta correcta. Sin embargo, todas las plantas eran más grandes y frondosas que las encontradas por el Supremo, por lo que Su Alteza preguntó:

— Tú también buscaste en la misma área que ellos, ¿no? ¿No encontraste una en ese momento?

Era claro que Su Alteza quería iniciar una conversación con él. Si era su deseo, Hua Cheng no se lo iba a negar.

— No deberían buscar en ese sitio— dijo.
— ¿Por qué?

La tierra circundante respondió antes que él con un grito.

— ¡Alejénse, me están pisando!

Resulta que aún había una cara visible en ese campo, un rostro que aún no había sido digerido y que tenía el descaro de proclamarse humano. Este "humano" dijo ser un comerciante que había pasado por allí sesenta años atrás, incluso su lengua se estiró hasta alcanzar a uno de los comerciantes. Muy humano que se diga no era entonces, pero de todas las cosas que dijo hubo una que llamó su atención.

— Hay alguien entre ustedes a quien he visto antes, hace cincuenta o sesenta años. ¿No quieren saber quién es? Él los matará todos ustedes.

Después de esas palabras, el pandemonio se desató y los soldados de Banyue aparecieron. Al poco tiempo fueron llevados al pozo de los pecadores y Su Alteza intentó razonar con ellos. Pero Hua Cheng sabía que con los muertos no se podía razonar, en especial con los muertos movidos por el resentimiento, de modo que cuando el joven A-Zhao fue lanzado al fondo, él decidió hacerse cargo del asunto personalmente.

— No tengas miedo, volveré en un momento.
— Vuelve y no tendré miedo.
— Nos volveremos a ver.

Así, sin decir nada más, Hua Cheng saltó al pozo de los pecadores.

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No se preocupen, gente, que no nos vamos a quedar atorados en Banyue JAJAJAJAJAJAJAJA

La lluvia que alcanzó a la florDonde viven las historias. Descúbrelo ahora