1.- Gift

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Taitei mono te ni hairu shi
Oto mo e mo tada no kono jidai de
Zutto hokoreru mono ga aru
Sono koe sa

Hua Cheng observaba el techo del santuario donde se encontraba, con la mirada triste. Este sitio derruido era indigno de la presencia de Su Alteza, pero supuso que había sido lo mejor que pudo conseguir. A pesar de estar muerto, sintió una dolorosa punzada en su corazón inmóvil cuando lo vio sonreír como si estar en este sitio fuera lo mejor que le hubiera pasado.

No pudo evitar pensar cuánto había sufrido desde que se separaron 800 años atrás, cuando aquella nube resentida lo atravesó innumerables veces.

Sin embargo, ese malestar había sido nada comparado a lo que sintió en el momento en que vio esas dos horribles cosas en su cuerpo, un grillete maldito rodeando su cuello y otro más alrededor de su tobillo, dos manchas terribles mancillando la piel blanca de la persona que le había dado una razón para vivir. Era una mezcla de tristeza, rabia e impotencia que no podía poner en palabras, todo por su incompetencia de siglos atrás.

El fantasma sacudió la cabeza, cerrando los ojos en un intento de esfumar aquellos funestos pensamientos e inesperadamente su mente se llenó con la imagen de su primer encuentro en el monte JuYun, cuando lo guió por ese bosque sangriento hasta el templo Ming Guang, y después rememoró la plática que tuvieron en la carreta.

— Lluvia Sangrienta que busca una flor. ¿Qué sabes sobre él?

Una inmensa emoción recorrió a Hua Cheng, que fingió demencia y respondió las preguntas de Su Alteza sobre su humilde persona, entre ellas las historias de su título y como había puesto en ridículo al cielo.

Todos ellos lo merecían, algunos más que otros

No se sintió culpable en absoluto, y cuando su persona especial preguntó su nombre él solamente dijo:

— Soy el tercer hijo en la casa. Todos me llaman San Lang.

Un eco de un tiempo lejano resonó en su memoria. Era la voz de su madre, que lo llamaba con cariño antes de morir.

"San Lang, no dejes que la crueldad del mundo te afecte", había dicho. Se preguntó cómo habría reaccionado si llegaba a enterarse que la crueldad del mundo no solo le había afectado, sino que le había quitado la vida.

— El nombre de mi familia es Xiè, y el mío es Lian. ¿También vas a la aldea Puji?
— No lo sé, voy sin rumbo fijo.

Entonces, repitió la historia que había dicho torpemente años atrás.

— Mis padres discutieron y me echaron de casa. Deambulé sin rumbo, casi morí de hambre y cuando vi este sitio decidí descansar aquí.

Tras otro momento de charla, lo inevitable sucedió: se encontraron con un montón de fantasmas que se atrevieron a causarle problemas a Su Alteza. Esos inútiles… no iba a permitir que lo molestaran. Así fue como terminó en el santuario Puji, en esa humilde construcción que amenazaba con venirse abajo a la primera ventisca de viento fuerte. Pero comparado a los sitios en los que había estado en su infancia, no era nada.

Y estaría junto a su persona especial, lo cual era mucho mejor.

Al llegar, sin embargo, se dio cuenta de que faltaba algo en el lugar.

— Gege, ¿no hace falta algo?— preguntó.
— Además de seguidores, no veo que más hace falta— dijo Su Alteza.
— ¿Y qué hay de la estatua del dios?

A partir de ahí, la conversación giró en torno al olvidado Príncipe Heredero de Xian Le. El príncipe caído en desgracia cuyo paradero había sido desconocido hasta que volvió a los cielos por tercera vez. A Hua Cheng le pareció que Su Alteza estaba curioso por saber su opinión, como en el momento en que le dijo su fortuna. Había sido divertido, pero nada más.

La lluvia que alcanzó a la florDonde viven las historias. Descúbrelo ahora