One fault
One slip
Regret is drawn on your face— ¡Ya he dicho que el pequeño bastardo no fue asesinado por mí, yo también los estoy buscando!
Esto tenía que ser una jodida broma. Una de muy mal gusto. ¿Cómo era posible tener tal golpe de mala suerte? Es que... ¿¡qué demonios hacían Feng Xin y Mu Qing peleando al final de la montaña!?
¿Es que este par de idiotas no tiene sentido común?
¡Estaban en una montaña nevada, por Dianxia! ¿A ninguno le pasó por la mente que podían provocar una avalancha? Además, pensó Hua Cheng con alarma, justo debajo de este sitio se encontraba su Cueva de los Diez Mil Dioses y por ningún motivo podía dejar que Su Alteza viera eso, él más que nadie era consciente de que su devoción extrema podía ser fácilmente malinterpretada por otros y no quería que eso sucediera con su dios, él jamás haría nada que fuera contra los deseos de Su Alteza. En esa cueva se encontraban cientos y cientos de estatuas, desde las primeras que había creado durante los diez años que estuvo en el monte TongLu hasta las más recientes que había hecho antes: en los últimos 800 años se había dedicado a volver allí de vez en cuando para trabajar en su escultura, además de que este era el sitio en el que solía pasar su agitación demoníaca cuando el monte se abría, había bellezas y aberraciones de todo tipo, todas indignas de la vista de Su Alteza.
No podía permitir, bajo ninguna circunstancia, que Su Alteza viera algo como eso.
Así que envió una mariposa fantasmal para tratar de advertir a esos imbéciles que pararán su griterío. Sin embargo, lo que escuchó le hizo enfurecer.
"¡Tú abandonaste a Su Alteza! ¡Nos traicionaste a todos!"
"Tú también lo abandonaste, ¿no? Y por un hijo que ni siquiera quieres reconocer""¡Qué esté así es culpa tuya!"
"¿Mi culpa? ¡Si hubieras hecho tu deber como padre nadie lo habría hechizado! ¡No tienes derecho a sentirte mejor que yo!"
— San Lang, ¿qué está pasando?
Hua Cheng no respondió. Fue en ese momento que la nieve cayó en un gran raudal, dando inicio a una avalancha. Justo lo que había temido. Por culpa de los dos idiotas Su Alteza terminó entre la nieve, y al final la avalancha se los tragó a todos.
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Una pálida mano salió de entre la nieve, y poco a poco Hua Cheng emergió de la nieve, sacudiéndose la ropa. La nieve no le molestaría, para nada, pero era extremadamente difícil sacarla de las túnicas y era una nimiedad con la que no quería lidiar.
Su preocupación estaba en otro lado: tenía que encontrar a esos sirvientes, bloquear su camino y largarse lo más pronto posible de allí. Aunque fingieran ser del Cielo Medio, ambos eran dioses y no podría matarlos... todavía, así que tendría que conformarse con arrojarlos a un pozo y confiar en que terminarían tan mal que les tomaría tiempo recuperarse y salir a causar más problemas. El rey fantasma avanzaba con calma, sin temor alguno: de todo lo que conformaba el gran complejo del monte TongLu, este espacio era lo único que había reclamado como su territorio, un derecho ganado con sangre y sudor; a pesar del tiempo transcurrido seguía siendo el sitio donde venía a lamer sus heridas cuando era necesario... solo que sus heridas habían dejado de ser físicas: su alma lastimada por la larga ausencia de la persona amada venía aquí para emular su recuerdo de la mejor forma que podía.
Este, junto con Mansión Paraíso, eran los únicos lugares donde Hua Cheng se permitía volver a ser ese pobre mortal llamado Hong'er, anhelando ver de nuevo aunque fuera una sola vez a quien le había dado una razón para vivir.
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La lluvia que alcanzó a la flor
Hayran KurguDespués de 800 años, la reunión que Hua Cheng había estado esperando se llevó a cabo por fin. De la mano de Su Alteza comenzará a descubrir los secretos ocultos por los dioses, conociendo el origen de la maldición que lo condenó a una vida desgracia...