GANGNAM, SEÚL
YANG PETROLEUM & CHEMICAL CORP
JENNIE'S POV:
9:00 AM
Caminé por mi oficina con una copa de Dom Pérignon Rosé Vintage del 1959. Una delicia de estructura suave que dejaba un sensación de sedosa en mi boca. Valía la pena pagar $42,350 dólares por ella.
Llevé la copa a mi boca, sintiendo cómo el caro champagne, se colaba entre mis labios y bajaba por mi garganta hasta llegar a mi estómago aún vacío. No acostumbraba a beber tan temprano y mucho menos hacerlo sin haber desayunado, pero necesitaba calmar mis nervios esa mañana.
Habia decidido volver a la empresa, después de cuatro meses de ausencia por la muerte de mi difunto esposo. Mi padre se había negado a esto, insistiendo que necesitaba más tiempo para asimilar todo; pero la mala administración de los empleados incompetentes, me había traído de vuelta a la empresa, que por años perteneció a mi esposo y que ahora era toda mía.
Algo que no había deseado, pero que ya tenía.
Observé la hora en el Rolex, que mi amado esposo me regaló el día de mi boda y solté un suspiro, antes de caminar hasta el gran ventanal detrás de mi escritorio. Mi oficina se encontraba en el último piso del edificio, por lo que tenía una vista maravillosa de todo el lugar. Desde aquí, podía ver cómo todos iban y venían. Algunos corriendo para poder llegar a tiempo a su trabajo y otros disfrutando de un paseo matutino.
Lujos que solo las personas adineradas, podían darse.
— Señorita Kim. —escuché a mi secretaria, decir desde la puerta—. Ya todos se encuentran en la sala de juntas esperando por usted.
— Muchas gracias, Nayeon. —dije, sin apartar la mirada del ventanal—. ¿Sabes si la auditora ya llegó?.
— Aún no, señorita. —respondió Nayeon—. Pero cuando esté aquí, la llevaré directo a la sala de juntas.
— Me parece perfecto. —giré sobre mis pies observándola por primera vez—. Ya puedes retirarte, Nayeon.
— Si, señorita. —Nayeon asintió y salió de mi oficina, cerrando la puerta detrás de ella.
Volví a caminar por mi oficina y mientras lo hacía, llevé la copa de Champagne a mis labios, para beber todo el líquido de golpe, antes de ponerlo sobre el hermoso escritorio de cristal. Tomé mi teléfono celular, observando que tenía varios mensajes en la bandeja de entrada y una sonrisa apareció en mi rostro, cuando vi el mensaje que más esperaba.
"Buenos días. No sabes cuánto estoy deseando verte..."
Con una sonrisa en el rostro, tomé la carpeta negra que descansaba sobre el escritorio y coloqué mi teléfono sobre ella, antes de salir de mi oficina con rumbo a la sala de juntas. En el momento en que crucé la puerta, mi semblante cambió por completo, dejando a la vista de todos una expresión seria, que mostraba cual era mi puesto en aquella empresa.
Caminé por los distintos pasillos, hasta llegar a la sala de juntas, dónde todos los hombres parecían hablar entre si. Aclaré mi garganta justo cuando entré por la puerta, llamando la atención de aquellos hombres, que quedaron en silencio, cuando me vieron. Todos me observaban fijamente, algunos me veían con burla, otros con recelo y muy pocos con respeto.
Desde que mi difunto esposo me hizo vicepresidenta de la empresa, había tenido que lidiar con el machismo. Especialmente con el machismo de Corea del Sur. Un país donde un hombre siempre tiene que ir por delante de la mujer y donde solo ellos son felicitados por sus logros.