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—¿Todo bien?

Chifuyu se cruzó de brazos, quizá irritado por aquella pregunta. Le miró a través del reflejo del ascensor, sin saber qué demonios contestar a eso.

—Claro. —Se encogió de hombros, apartando la mirada. Su corazón comenzó a palpitar con fuerza y pudo sentir sus juzgadores ojos oscuros analizándolo. —¿Por qué iba a estar mal?

Draken apoyó una mano en su hombro, comprensivo hacia lo que fuera que guardara dentro de su pequeña cabeza. En el fondo, era un hombre bastante perceptivo y conocerle desde hacía tantos años le facilitaba reconocer algunos gestos. También la expresión que ponía cuando estaba a punto de saltar al cuello de alguien para morderle la yugular.

Estaban subiendo al apartamento de Inui, donde Kazutora y el chico habían estado desde horas atrás. Su cabello estaba lleno de gotas de lluvia, el de Chifuyu estaba medio empapado y su rostro tenía una expresión tensa. Su cuerpo estaba frío por el clima de fuera y comenzaba a arrepentirse de haber ido en motocicleta.

—Pareces nervioso. —Comentó su amigo, pasándose una mano por la trenza de su cabello. Su palma se humedeció, el ascensor seguía subiendo.

—¿Y qué si lo estoy? —Gruñó el menor, con la vista en sus zapatos. Su camisa estaba mojada y estaba calado hasta los huesos. Tenía algo de frío. —Seguro que me ha contagiado eso de la ansiedad, y ahora...

La puerta del ascensor se abrió, ambos salieron y Chifuyu quiso seguir quejándose, pero Draken le metió tal palmada en la espalda que sus pulmones rebotaron por todo su pecho y se quedó sin aliento.

—Deja de tratar como la mierda a la gente sólo porque estás enfadado. Y la ansiedad no se contagia así, idiota.

Chifuyu cerró los puños, enfurruñado consigo mismo. Sí, era un completo idiota, pero un idiota confundido y asustado. Además, estaba feliz porque iba a ver a Kazutora, cenarían algo ligero y seguro que luego verían una película.

O no. Era cierto, estaba insistiendo en que durmiera más. Entonces, lo mandaría directo a la cama en cuanto acabaran de cenar. A su dormitorio. Aquella noche quería su propia cama para él solo, leería un libro, o algo así. Se la había dejado porque se había angustiado demasiado por la situación y confiaba en que Inui no había sido un puto desastre e irresponsable y en que se habían divertido y estaría contento.

Efectivamente, Inui fue un puto desastre. Y una mala influencia, tal vez. Porque se quedó sin palabras cuando la puerta se abrió.

Kazutora estaba sentado sobre una mesa, sosteniendo una bolsa de hielo contra su cabeza. Su atuendo, el púrpura que adornaba sus ojos y hacía resaltar el dorado de sus iris, aquella sonrisa que siempre le había resultado tan dulce.

—Hola. —Sus mejillas se encendieron y se llevó la tela del crop top hacia abajo, cubriendo su piel con pudor.

—Hey. —Inui chocó con la mirada de Draken y su voz llegó a temblar de sorpresa. Sus labios estaban pintados de negro azabache, vestido de cuero y encaje, sus párpados ribeteados de azul intenso y plateado. Su cabello echado hacia atrás. Había un par de zapatos de tacón tirados en el suelo. —Os traeré una toalla, esperad.

Chifuyu tropezó con sus propios sentimientos, intentó aplastarlos y reducirlos a una mísera mota de polvo, pero no pudo. Se quedó paralizado, dejando su atención en los trazos negros de los brazos del chico, los dibujos de dragones, corazones rotos y estrellas que cubrían la cicatriz y subían por sus antebrazos. Un elegante eyeliner daba un toque felino a sus ojos junto al habitual lunar.

La bolsa de hielo de su cabeza. Los tacones en el suelo. Pudo asesinar a Inui con la mirada, el rubio revoloteó por ahí, tendiéndoles una toalla para el pelo a cada uno.

Treasure || KazuFuyuDonde viven las historias. Descúbrelo ahora