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Cuando Rindou Haitani fue despertado en medio de la noche, no pensó que el asunto trataría sobre Kazutora.

—Te dije que esto ocurriría, Rin. —Habló su hermano, conduciendo a toda velocidad por la autopista desierta. —Te dije que ese chico no iba a aguantarlo más.

Apoyó la cabeza contra la ventanilla del coche, suspirando. El sueño pesaba en sus párpados aún somnolientos y su mente se negaba a creer la noticia de que Kokonoi estaba herido de gravedad en el hospital, de que Kazutora había escapado. Ni siquiera sabía a dónde estaban yendo, si al hospital, a ver a Manjiro, o a buscar a ese pequeño mocoso explosivo.

Jugueteó con los dedos en el regazo, rememorando la llamada que había tenido con él hacía unas horas. Al despertar se había encontrado con un mensaje que acabó tomándoselo como una ruptura definitiva. «Gracias por tratarme bien. Algún día nos volveremos a ver». Tenía algo de dolor atrapado en el pecho, pero la confusión del momento le entumecía los pensamientos.

—Creo que me gustaba porque se parecía a Sanzu. —Confesó, cerrando los ojos, listo para descansar un poco. Se había pasado un rato jugando con la Nintendo Switch antes de dormir y se arrepentía. —Me recordaba mucho a él cuando lo conocí.

—Céntrate y deja de pensar en esas cosas. Si lo haces, no podrás disparar si llega el momento. —Gruñó, autoritario. —Sanzu debe estar hecho un puto desastre ahora mismo. Mikey no le dejará matarlo, estoy seguro.

Asintió, tocándose la frente. No sabía en qué demonios estaba enfocándose, había perdido bastante el rumbo cuando comenzó a buscar desesperadamente el amor en las personas equivocadas. La relación que mantenía con Sanzu se había extinto después de haberle pedido que se diera cuenta de que Manjiro estaba abusando demasiado de él; tuvieron una discusión en la que no pudo decir más que un par de palabras antes de ser encañonado. Pero, era cierto, joder.

¿Y Kazutora? Kazutora había sido un chico inocente, un buen chico de verdad. Los últimos días se había entristecido demasiado al ver cómo le hablaba mal y se había estresado al pensar que todo era culpa propia. Sin embargo, era consciente de todas las cosas que Sanzu y Kazutora tenían en común.

Ambos habían matado a la persona que más quisieron alguna vez, ambos eran incapaces de tener sexo si no estaban drogados debido a los recuerdos incómodos y las memorias invasivas, ambos guardaban esa oscuridad que hacía que todo el mundo les temiera. Pero, al final, Kazutora era salvable. Estaba seguro de ello y realmente le deseaba una buena vida. No le guardaba rencor alguno.

Si la palanca de cambios no los separara, se hubiera dejado caer hacia el hombro de Ran para que éste le acariciara el pelo, como cuando eran niños. Se limitó a alargar la mano y cambiar de marcha por él.

—¿Esto va a ser peligroso? —Preguntó, resoplando. Porque siempre se susurraban un "te quiero" antes de cada misión potencialmente mortal.

Siempre había sido así, nunca sabrían cuándo sería su último momento juntos, o si habría uno siquiera. Los hermanos Haitani no podían vivir el uno sin el otro, matar a uno sería como acabar con ambos. No era como si funcionaran simbióticamente, tampoco tenían una dependencia emocional intensa del contrario.

Sólo se habían tenido el uno al otro toda su vida. Sería difícil de entender para una persona común lo que era eso, lo que era que un hermano mayor resultara más que sangre en las venas. Recordaba cuando lo tomó de la mano una noche y le dijo que huyeran de casa. Siempre fue el mundo contra ellos y ellos contra el mundo.

—Dale a un loco una pistola y comprueba lo que es capaz de hacer. —Ran se encogió de hombros. Lo miró, divertido. —Otra red flag andante que no pudiste ver, Rin-Rin.

Treasure || KazuFuyuDonde viven las historias. Descúbrelo ahora