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Kazutora era bueno con las tareas domésticas.

Se encargó de limpiar todo el apartamento de arriba a abajo, de cambiarle la comida, el agua y la arena a Mimitos; dejó brillantes las estanterías, quitó las pelusas del sofá y puso la lavadora. Tendió la ropa en un tendedero que tenían en el salón, para cuando llovía; planchó las camisas que secaron y, de pronto, le estaba mostrando una maqueta.

La maqueta de un avión Mitsubishi A6M Zero que Baji le había regalado, años atrás. Una de muchas.

Recordaba poco de aquel día. Había sido su cumpleaños y, a media noche, Baji había picado a su ventana. Recién despierto, lo había recibido, somnoliento y sin saber qué demonios ocurría, porque el chico había acariciado su cabeza y le había dado una caja envuelta con papel de regalo. Para cuando se había dado cuenta, Baji y él montaban la maqueta en su escritorio, entrada la madrugada y con pequeñas risas. Sus manos se rozaban, sus miradas se encontraban en medio del silencio. Sé que te gusta la Segunda Guerra Mundial, así que te traje el avión que lo empezó todo, había dicho.

—He pegado todas las piezas que se desprendieron. —Contaba, dándole vueltas entre sus delicadas manos. —El cristal de la cabina se resquebrajó. No sé cómo arreglar eso, perdón.

Chifuyu sostuvo el avión cuando se lo dio. Deslizó los dedos por las alas, adornadas con un círculo rojo en cada extremo, ya no había polvo. Estaba brillante y parecía nuevo. Era la maqueta que había estallado en pedazos cuando huyó de Kazutora y cerró la puerta con demasiada fuerza. Al otro lado pudo oír el golpe, pero había estado tan desesperado que ni siquiera le importó.

Se había roto y Kazutora lo había arreglado para él.

—Gracias. —Susurró, con la voz menos ronca que horas antes.

Le devolvió el avión y se quedó mirándole. El chico lo colocó cuidadosamente en la estantería, junto a los libros, y se volvió hacia él. Tal vez su corazón se había roto y arreglado igual. Tal vez empezaba a sentir una dolorosa punzada en el centro del pecho, las ganas de llorar. Sorbió por la nariz, diciéndose que no pasaba nada. En el fondo, lo miraba y no sabía qué hacer, cómo continuar después de descubrir todo lo que sentía por él: la persona que había sido la causa de que su primer amor hubiera muerto.

Apretó la mandíbula, agarró las sábanas que lo cubrían. Su cabeza pesaba, no quería pensar. ¿Cómo lo había aceptado Draken? Sentía que era una horrible falta de respeto hacia Baji, que era lamentable y horroroso a partes iguales. Y Kazutora también era consciente de ello, podía verlo en sus ojos, en sus dedos, que jugueteaban a la altura de su regazo.

Ambos sabían que estaba mal. Muy mal, ¿cierto?

—¿A dónde vas? No te levantes. —Kazutora se acercó a él, preocupado. —Luego haré la comida y te la traeré.

Chifuyu lo sorteó y se puso en pie con dificultad. Sus piernas se sentían débiles y puso una mueca de asco cuando el mareo tornó su visión borrosa. Había estado postrado en cama durante toda la mañana y quería ducharse porque estaba hecho un asco. Se estiró hacia arriba como un felino y las vértebras de su columna estallaron una por una. Bostezó, frotándose los ojos. Sentía una bola de pelo contra su pantorrilla, donde Mimitos maullaba y buscaba cariño.

—Estás creando un gato con ansiedad por separación, Tora. —Bromeó, tomando al felino y poniéndolo en el hueco de su cuello. El gato se acomodó con el calor que desprendía, amenazando con dormirse. —Toma. —Le tendió al gato al otro, que besó su pequeña cabeza con cariño. Su ropa de deporte estaba cubierta de finas hebras de pelo negro, aunque parecía no importarle demasiado. —Me voy a duchar.

Treasure || KazuFuyuDonde viven las historias. Descúbrelo ahora