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Segunda parte

Diciembre, Hong Kong
01:54am

La escoria de la sociedad no hace el amor.

Un suspiro rompe la noche. El sonido de un cascabel tintinea y perdura como un eco. El jadeo constante escapa de su boca y se pierde entre las sábanas de aquella cama suficiente para tres. Tenía estrellas en los labios y un cielo entero entre sus piernas.

Sus músculos se tensaban, su pecho dolía con latidos desbocados y sus ojos se entornaban con cada roce y cuidado. Sentía su cuerpo tan adorado, como una deidad intocable que se revolcaba por nubes de placer.

El pecho caliente de un chico se presionaba contra su espalda, podía sentir sus abdominales contra los lumbares, la delicia de su miembro entrando y saliendo de él con facilidad; la forma en que lo sostenía y lo recostaba sobre él, ayudándole a alzar las rodillas, con las manos entrelazadas en su torso, subiendo y bajando como si de una montaña rusa se tratara, acariciando sus pezones de vez en cuando.

Las yemas de sus dedos estaban húmedas de sudor y se aferraron al cabello teñido del otro chico, que se cernía sobre su cuello y se adentraba también entre sus piernas. Dientes resbalando sobre saliva, bajando por los trazos curvados y peligrosos de un tatuaje tribal.

Acababa de aprender que dos eran mucho mejor que uno.

Arqueó la espalda cuando aquel segundo tembló en su interior y salió con un gemido ronco. Su aliento mentolado acarició su oreja y erizó todo su vello, crispando su mente hacia la dirección más equivocada de todas. Sintió su miel derramándose por el interior de sus muslos, manchando las sábanas de nada parecido al pudor.

Tomó su rostro, enredándose con sus intenciones y acercándolo a su boca. Pecado, lujuria en su lengua buscando ansiosamente la propia; una suave mordida en el labio inferior al tiempo que un quejido moría en su garganta. El primer chico besaba su nuca y, a diferencia del segundo, mordía la unión entre su hombro y cuello con insistencia, succionando, lamiendo con tal persistencia que podría marcarle.

—¿Por favor? —Rindou Haitani era mucho más considerado y suave que su hermano. Una de sus manos se deslizaba lentamente abdomen abajo, buscándole a tientas.

La petición paseó por la boca de Kazutora como una tentación a la que no pensaba resistirse, rebotó con un suspiro en el collar de terciopelo que se apretaba en torno a su cuello. El cascabel volvió a sonar, el piercing repiqueteó contra sus dientes con impaciencia.

. —Jadeó, agarrándole de la muñeca y presionándole la palma contra su miembro jodidamente duro. La fricción era dolorosa y le arrebató un gemido agudo cuando el mayor embistió con mayor fuerza, arrastrándole a la súplica. —Sí, por favor, mierda...

La habitación del hotel era oscura, luz de Luna se filtraba entre las cortinas azul marino que ocultaban el cielo de la madrugada. El país oriental los había recibido con recelo y exhaustivas revisiones de pasaportes y tonterías varias que, por supuesto, acabaron saltándose con facilidad. Bonten tenía ojos en todos lados, contactos en las Tríadas chinas y sus negocios con papeleo e inmigración ilegal. Entrar a la nación no había sido difícil.

El hotel era enorme y lujoso, con ocho plantas y pista de aterrizaje para un helicóptero en la azotea; tenía un bar inmenso lleno de mesas, de cuyo techo colgaba una ostentosa lámpara de araña dorada. Precisamente tendría que estar allí, sirviendo copas.

Treasure || KazuFuyuDonde viven las historias. Descúbrelo ahora