¿Éxtasis o hipnosedantes? Esa era la cuestión. ¿Quería reír, llenarse de energía y sentirse artificialmente feliz? ¿Tal vez acabar en la cama con alguien, caerse por las escaleras al marearse y mezclarlo con cocaína? ¿O prefería tranquilizarse, acabar con la ansiedad e irse a dormir pronto?
Kazutora se había quedado mirando ambos botes de pastillas, con un nudo en la garganta y las lágrimas a punto de derramarse. Sentía que todas sus costillas se habían invertido, que se estaba desangrando por dentro y nadie más podía verlo. En busca y captura. No podía aguantar más fingiendo que estaba bien, no podía seguir sonriendo a la gente del bar del hotel.
No recordaba cuándo había empezado a drogarse, día tras día, para poder soportarlo. Soportarse. No podía volver a su hogar si la Policía lo estaba buscando. Lo había mezclado todo en un solo bote, antes de salir de la habitación de Sanzu con un susurro de agradecimiento. El chico le descontaba lo que consumía del dinero que pagaba, pero no le importaba porque lo necesitaba.
Cada vez con más frecuencia. Cada vez con más intensidad. Las redondas pastillas de colores se mezclaban con las blancas, alargadas y aburridas, sonaban todas juntas al andar y recorrer los pasillos del hotel.
En ocasiones las usaba para engañarse. Despertaba antes del amanecer y, con una pequeña dosis de más comenzaba a alucinar. Veía en los ojos de Rindou un destello azul, cabello negro y sentía que las caricias de por la mañana sucedían en Tokio, con un gato a los pies de la cama. Cuando se daba cuenta, todo había sido una estúpida ilusión.
—Podemos hablar más tarde, si le parece bien. Estaré sirviendo copas hasta las tres de la madrugada, pero ahora... —Había carraspeado, nervioso, al encontrarse con Kakucho frente a su habitación.
Le había cerrado la puerta y, a pesar de seguir sintiendo su presencia al otro lado, se dejó caer contra la superficie cuando Rindou lo acorraló con lentitud. No hubo nada brusco ni amenazante en aquel gesto, sólo un suspiro que murió en sus labios al sentirle tan cerca. Soltó el bote de pastillas, el objeto cayó contra el suelo, rebotó y se perdió por la alfombra del cuarto. Rodeó su cuello con los brazos, sonriendo con picardía y deslizando la mirada hasta su boca.
Labios húmedos y empapados, aliento de chicle de fresa, dientes. Una rodilla separó sus piernas y se pegó a él, mientras enredaba los dedos en su cabello teñido y apretaba, arrancándole un quejido que fue a parar directamente a sus pantalones. Un beso, una mano envolviendo su cintura, subiendo por su costado, girando hacia su espalda. El menor de los Haitani presionó el centro de su espalda, donde estaba su tatuaje de Bonten, hacia delante, incitándole a balancearse contra él.
—Babeas por mí. —Kazutora sonrió, arrugando la tela de la camisa ajena, tirando del pelo lila. —No puedes evitarlo.
Ni éxtasis, ni hipnosedantes. Tampoco alcohol o cocaína. Había decidido que no quería nada de eso aquella noche, podía sentirse bien con su compañía, jugar con él hasta volverle loco y llenar su vacío emocional. No mentiría si dijera que no se sentía irremediablemente atraído por aquel tipo, por sus ojos, por su temperamento. Habían intercambiado un par de mensajes más, los suficientes como para saber lo que iba a ocurrir. La orden de búsqueda y captura bailó por su cabeza y acabó por desaparecer, como arrojada a un mar de barro. Ya no importaba. Ya ni siquiera le importaba haber perdido su hogar.
A la mierda con todo, tampoco es que nunca hubiera tenido nada.
La habitación estaba en penumbra, la ventana abierta dejaba entrar el aire frío del invierno y removía las cortinas grises, que caían desde lo más alto de la cristalera hasta el suelo. Era un lugar modesto, nada que ver con la enorme suite de Kokonoi del último piso, que tenía hasta una barra de pole dance. Había una cama de matrimonio, una ducha en el baño. Su maleta estaba abierta sobre la mesa de madera que había frente a la cama, no tenía muchas pertenencias. Adherido a la pared había un televisor de última generación.
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Treasure || KazuFuyu
FanfictionEn medio de la noche, Chifuyu recibe una llamada que hiela su sangre y abre heridas del pasado. Después de diez años, condenado por homicidio, Kazutora Hanemiya ha salido de la cárcel. ©Los personajes no me pertenecen, créditos a Ken Wakui » Basado...