2- Hermanos.

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April Miller

-¿Quién te crees que eres, abandonada? -odiaba que me llamaran así porque mi padre prácticamente me había abandonado.

-Lárgate de aquí, nadie te quiere cerca -detestaba a esas malditas, lo bueno era que ya faltaba poco para terminar la escuela-. Por eso tu padre se fue, porque él tampoco te quiere.

Sonreí. Apreté mis manos en puños y golpeé la cara de la última estúpida que habló. Eran tres y quizás tenía las de perder, pero nunca me iba a dejar de nadie, tenía suficiente con la maldita mujer que me había tocado de madre. Tomé a otra del cabello y la estrelle contra la pared.

-Maldita abandonada -la tercera quiso abalanzarse sobre mí, pero le lancé un golpe a la cara y su nariz empezó a sangrar, tenía un piercing en ella, quizás por eso.

-No se metan conmigo, malditas perras -tomé mi mochila y seguí con mi camino al infierno, el lugar que se suponía debía ser mi hogar, pero sólo lo podía sentir como un infierno donde yo era la principal distracción de esa maldita.

En el camino pasé por el parque dónde me había dado cuenta de la razón por la que mi padre se había ido, la razón por la que nunca estaba conmigo y sólo llegaba a veces para darnos dinero y saber cómo estaba. A él también lo odiaba, yo no tenía culpa de nada y me había dejado con esa mujer a mi suerte. Yo no quería estar más tiempo ahí, quería irme lejos, pero no podía, no tenía dinero, no tenía nada, estaba condenada a quedarme en ese infierno, quizás a convertirme en alguien igual a ella, una zorra, borracha, interesada, abara y sin escrúpulos.

No, no, no.

Yo no iba a ser como ella, yo iba a ser mejor, yo siempre iba a ser mejor, iba a estudiar y a tener la vida que merecía.

Llegué a la pocilga, no porque fuera pequeña, sino porque era un desastre, un cochinero total, pero yo no iba a limpiar, no iba a mover un dedo por ella. Entré y ahí estaba fumando un cigarro, sentada de piernas cruzadas, con la cara maquillada. Me vio con su mejor cara de desagrado y sólo abrió la boca para decir lo mismo de siempre:

-Tienes que hablarle a tu padre -rodeé los ojos.

-Háblale tú si quieres -iba en dirección a mi cuarto, pero me detuve al escucharla.

-Ya no tenemos dinero, debe venir y traer dinero -apreté la mandíbula.

-¿Para qué quieres dinero, para gastarlo en alcohol y cualquier estupidez que se te pase por enfrente? Estás loca si crees que le voy a pedir algo, hazlo tú si quieres.

Subí las escaleras y me encerré en mi habitación, lancé mi mochila y me recosté en mi cama, era el único lugar donde debes en cuando podía estar tranquila, también era el único lugar limpio y era sin duda alguna mí lugar. Metí la mano debajo de mi almohada y saqué la fotografía que estaba ahí, éramos mi padre y yo cuando era una bebé.

-¿Por qué me dejaste? -mis ojos se llenaron de lágrimas y mi vista se nubló-. ¿Qué te hice para que me dejaras aquí? -ya no podía parar de llorar.

Sabía que yo era el resultado de un desliz de mi padre, que él estaba casado y tenía una familia antes de que yo existiera, pero yo no tenía la culpa de nada, yo no había pedido nacer y a veces deseaba morir o simplemente desaparecer de la vida de todos, porque ni siquiera le importaba a nadie, yo no era nadie, nadie me quería, era un estorbo para todos. Me puse de pie y me vi en el espejo, mi aspecto era un asco.

Vales más de lo que piensas.

Eso me lo repetía la vocecita en mi cabeza todo el tiempo, pero no lograba convencerme. Desde muy pequeña había estado sola, había aprendido a ser independiente, había aprendido a sobrevivir por mi cuenta; yo era fuerte, pero también era humana, ese era sólo un momento de debilidad y no me podía permitir más momentos como ese, estaba sola, si caía debía levantarme por mi cuenta. Yo iba a lograr todo lo que me propusiera por mi cuenta, porque era capaz de lograr cualquier cosa, yo no iba a quedarme en el fango que era mi vida, iba a salir y cada día iba a ser más fuerte, aunque eso significara convertirme en una perra sin sentimientos, ¿porque de qué servían los sentimientos? De absolutamente nada. Sólo causaban vulnerabilidad y debilidad, eran un arma de doble filo, si eran demostrados a las personas equivocadas, podía ser utilizados en nuestra contra.

Del amor al odio por West [West#0]Donde viven las historias. Descúbrelo ahora