7- Culpa y odio.

594 55 2
                                    

Bastián

Estaba sentado en el borde de la cama, a mi lado estaba el regalo de cumpleaños que me dio Charlie hace unos días atrás, aún no lo había abierto y la verdad no sabía por que, aunque, tal vez era porque era la primera vez que deseé no haber cumplido años más nunca. Hace unos días cumplí veinte y la verdad fue el peor día de mi vida, porque ese cumpleaños no estaba mi hermana y porque sabía que el que no estuviera era mi culpa. Sólo mía.

Me levanté y me acerqué a la cómoda de dónde saqué lo que aún quedaba de ropa en las gavetas de esta, la gran mayoría ya estaban en las maletas. En dos días me iría a la universidad.

Mi celular sonó y lo tomé.

—¿Qué pasó Charlie? —respondí sin ánimos y no porque me molestara que me llamara, sino porque desde esa noche en la que arruiné la vida de toda mi familia ya no tenía ánimos de nada.

—¿Ya estás listo para este nuevo año? —suspire.

—Sabes muy bien que no, pero de todas formas debo hacerlo, no quiero depender de mi padre —cerré la maleta y la dejé en el piso.

—Hermano, prometo que haré todo lo posible para que este año sea mejor.

—Sé que lo harás —estaba casi seguro de que Charlie era la única razón por la que no había intentado cometer una locura.

—Catie y Henry, ya están en la universidad.

—¿Y?

—Dicen que nos están esperando para celebrar el nuevo año que iniciaremos.

—No tengo ánimos de celebrar, pero estoy dispuesto a ir.

—¿Por Catie?

—No... Bueno, en parte sí, ella me... sabes que ella me agrada.

—Ella te gusta.

—Eso no importa, sólo somos amigos.

—Cuentan por ahí que a ella también le gustas —sonreí un poco.

Catie, a diferencia de lo que todos decían, era una chica linda y me gustaba mucho y el que Charlie dijera que le gusto, me alegraba un poco.

—No lo creo, pero ya veremos que pasa.

—Este año pronóstico noviazgo.

—Yo pronóstico que tengo cosas que hacer y que voy a colgar.

—Eso no es lindo de tu parte bebé —sonreí y negué.

—Busca que hacer —colgué.

Salí de mi habitación y empecé a bajar las escaleras, cada escalón que bajaba, era una suplica a Dios de que no hubiera nadie en la sala o en la cocina. Y al parecer mis súplicas fueron escuchadas, por que no había nadie. Fui a la cocina, abrí el refrigerador y saqué una gaseosa enlatada y súper fría. Cuando terminé de tomarmela tiré la lata a la basura y fui a la sala, para mi desgracia, mi papá estaba ahí.

—¿Aún estás aquí? —me vio molesto.

—Creo que es obvio que sí —apretó la mandíbula.

—Que chistoso eres —dejó una carpeta que llevaba en la mano sobre la mesa—. ¿Será que eso es para lo único que sirves? —aparté la mirada de él—. Porque para cuidar a tu hermana no serviste y por esa razón está muerta, por que no sirves para nada.

—¿Sabes qué? Desearía poder ser yo el que estuviera muerto, así no tendría que volver a verte nunca —dije con mucha rabia.

—Así debió haber sido —esas palabras, aunque eran ciertas, me dolieron.

Del amor al odio por West [West#0]Donde viven las historias. Descúbrelo ahora