CAPÍTULO 4

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[...]


Entramos a un restaurante de comida italiana que está una calle después de la torre de Industrias Craft, las tres pedimos nuestra orden y comenzamos a platicar.

—Tengo una amiga que trabaja donde nosotras y me dijo que el Señor Craft, está de infarto, como para chuparle hasta el último hueso—murmura Olivia quitándose su saco verde, quedando expuesto su linda blusa de cuello en v, su aceitunada piel resalta con ese bonito color.

Todas reímos ante su comentario.

—Hasta cuando tendremos la fortuna de poder verlo—se queja Karen.

—Yo pensé que era un hombre de la tercera edad—digo y Olivia abre sus ojos como platos.

—No para nada—niega con la cabeza—y me dijo que al parecer el hombre está soltero, todas andan tras sus huesos pero a él parece no interesarle nadie.

—Dudo que alguna de nosotras haga la diferencia y tenga alguna oportunidad con él—dice Karen cabizbaja.

—No seas pesimista—la regaña Olivia.

El mesero llega y nos sirve a cada una su plato.

¡Al fin! Mi estómago suplica por comida.

A mí me entrega mi plato con el famoso espagueti con crema y queso parmesano, a Karen una ensalada con lechuga, nueces, queso y no sé qué tantas cosas más, y a Olivia unos ravioli rellenos de jamón.

¡Delicioso!, se me hace agua la boca, las tres nos deseamos un buen provecho y comenzamos a comer.

Apenas nos conocemos pero ya empiezan a caerme muy bien, desde el primer día de entrenamiento salimos a comer juntas, y con su buen humor y bromas, hacen del trabajo algo no tan pesado, espero que podamos ser buenas amigas y llevarnos así de bien todo el tiempo que estemos juntas.

Al terminar pagamos y nos retiramos con buen sabor de boca luego de unas deliciosas fresas con chocolate, Olivia y Karen decían que imaginaban que si fueran el Señor Craft así se lo comerían a mordidas degustando.

Eso me hizo reír,  claro yo no dije lo mismo que ellas, sólo me limité a comerme mis fresas como fresas, sin pensar en el Señor Craft, ¡por dios! ni siquiera lo conozco.

Poco antes de entrar al edificio, mis pies ya están matándome—no estoy tan acostumbrada a los tacones tan altos o mejor dicho a los tacones en general—en mi otro trabajo usaba zapatos escasos de tacón, por suerte recuerdo que tengo unos de esos en la cajuela de mi auto, así que les indico a mis amigas que se adelanten, que tengo que ir por algo a mi auto, ellas asienten y me dice que me esperan en la oficina.

Como una flecha me dirijo a mi auto y saco los benditos zapatos.

¡Aleluya! Como siempre digo, mujer prevenida vale por dos, pero sólo por esta ocasión vale por mil, cuando me los coloco mis pies están tan agradecidos por el placer que sienten, que casi quieren saltar.

Bueno no casi, así lo hacen hasta que estoy casi al frente de la puerta giratoria, ahí me pongo recta, espero hasta que mi respiración se ralentice, y me acomodo los pelitos que se me han despeinado.

Me apresuro a entrar a la oficina y presiono el botón para que se abran las puertas del elevador.

Luego de diez minutos, el bendito ascensor se digna a abrir, por suerte va vacío, me meto y presiono el piso treinta y cinco, cuando veo otro dedo presionar el número veinticinco.

LA OSCURIDAD EN TU MIRADA© (Nuestras Miradas #1) [COMPLETA✔]Donde viven las historias. Descúbrelo ahora