XVIII (*)

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Alissa

Pasar esa tarde bailando y jugando en la playa había sido simplemente mágico. De las cosas que le había estado pidiendo al universo infinidad de veces. De los besos que estaba deseando dar y recibir, siendo yo misma sin tener que usar mascaras o mentiras. 

Volvimos a la ciudad de madrugada y a pesar de que por mi cerebro había pasado la insensata idea de pasar la noche con el, decidí dormir sola. En la madrugada, aun si poder dormir decidí salir a por un vaso de agua, baje las escaleras y note que la cocina se encontraba iluminada por una tenue luz. 

Logré llegar a la cocina rapidamente, me encontré con un Luca vestido únicamente con un pantalón de pijama y un vaso de agua en la mano. 

—¿No puedes dormir rubia? —su voz se oía ronca. Mi vista recorrió sus pectorales y su marcada "v" al principio de sus caderas. 

—No, venía a por un vaso de agua —respondí y pase por su lado. Serví un poco de agua y la tomé rapidamente. En ningún momento dejó de mirarme y no pude evitar sonrojarme al caer en cuenta de lo diminuta que era mi pijama. 

—¿Quieres ir a mi habitación un rato? —trate de no darle muchas vueltas y asentí tímida. A diferencia de las demás recamarás la suya se encontraba en el piso de abajo, justo a un lado de la cocina. Esta recamará estaba bastante vacía en comparación con la de Barcelona. 

Sus ojos se posaron en mi nuevamente. 

—He estado dándole demasiadas vueltas a esto, —habló con un tono de voz bastante grave— pero quiero dejar de hacerlo de una vez por todas. 

—¿De qué hablas? —pregunté confundida. Se acercó a mi eliminando cualquier distancia que nos separaba, su rostro quedó a centímetros del mío y yo solo me quedé estática sin poder reaccionar.  

Sus labios rozaron brevemente los mío, sus manos se aferraron con fuerza a mis caderas y no dude en pasar las mías por su torso desnudo. Comenzó a bajar sus besos a mi cuello, pequeños suspiros y gemidos entrecortados comenzaron a salir de mis labios. 

Me alzó y me llevó hasta la cama que estaba en el centro de la habitación, aun sin abandonar mis labios y mi cuello. Su mirada era intensa y deseosa. Nuestros labios se fundieron nuevamente en un beso que me dio la total seguridad de que estaba justo donde quería estar. 

Los pensamientos coherentes abandonaron mi mente y en su lugar lo atraje mas a mi con necesidad. Me deje llevar por las sensaciones que nunca antes había experimentado y el supo como tratar cada parte inexperta de mi cuerpo. Fue tierno, cálido e intenso... 

 

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Dulce Madrid.Donde viven las historias. Descúbrelo ahora