XVII

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Luca

—¿Quieres perderte un rato conmigo? —le pregunté a Alissa, estuve todo el día esperando que llegase para invitarla a salir. Había salido a comprar todo y a pesar de no saber si diría que si tenía todo listo en la maletera de mi auto. 

Ian y Alissa se gustaban, se notaba bastante e incluso se había besado, pero yo la quería para mi, me gustaba tenerla a mi lado y no quería echarme a un lado como siempre. 

—¿A donde me quiere llevar señor Luca? —una gran sonrisa decoraba su rostro. 

—Me gusta sorprenderte —respondí— Esta algo lejos, así que deberías colocarte algo cómodo. Quería llevarla a Etretat, era la playa más cercana a París y si salíamos justo ahora con suerte podríamos ver el atardecer. 

Guardé mi cámara, una sabana y dos toallas. Desempolve la guitarra de Ian y la subí al auto, había escuchado que Alissa sabía tocar. 

—¿A donde van? —preguntó Samantha. 

—Es un secreto —dijo Alissa y yo asentí. 

—Me gustan —se dio media vuelta y se fue. Alissa enarcó ambas cejas y me burlé. 

—Las gemelas son raras —comente— ¡Subee! Quiero llegar lo antes posible. 

—Dime a donde vamos, por favoor —suplico con gracia. 

—Rubia por favor, no seas una insoportable. 

—Eres raro —miró por la ventana. 

—Gracias —acepte— ¿Cómo te fue hoy?

—Bastante bien. Aunque estoy bastante cansada, Samantha quería repetir cada foto cada mil veces y estaba un poco harta ya. Pero la hemos pasado muy bien, almorzamos pizzas en una de las pizzerías de mi padre y me sentí un poco en casa. 

—Las únicas personas que soportan a Samantha son Alejandro y su hermana —dije con burla— ¿De que van las fotos? 

—Son desnudos conceptuales —mencionó— bastante surrealista y un poco contemporáneo. 

—Bastante danza teatro estarán esas fotos —mencioné. 

—¡SI! Son sumamente dramáticas. 

—Lo imaginé. 

—Todos son fotógrafos, claro —afirmó. 

—Soy más de dibujar, te lo dije —le recordé— me gusta tomar fotos solo para después plasmarlas en un dibujo. 

—Deberías dibujarme alguna vez —mencionó ella y asentí. 

—Quizás pronto lo haga —respondí con sinceridad. 

—¿Puedo poner algo de música? —asentí y una melodía en italiano inundó mis oídos. 

—Cuando te digo que el italiano es feo te estoy siendo sincero —confesé. 

—No lo es, simplemente eres sumamente grosero —rodó los ojos y tarareo. 

Dulce Madrid.Donde viven las historias. Descúbrelo ahora