II

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—Alissa, ahí esta el baño —me habló Luca con una sonrisa— por cierto, parece que las cartas de tu destino hoy están a mi favor —me susurró... 

Quería creer que la entrevista de Lena solo fue una horrible pesadilla y que yo no me había tenido que desnudar frente a Luca, pero por supuesto que la vida no sería tan buena conmigo.

Después de todo tuve que entrar en personaje y olvidarme quien o porque estaba allí, solo era yo, el escenario y la cámara. Y aunque al principio fue sumamente incomodo logré desenfocar mis pensamientos y posar para Lena. Obviamente le dieron el trabajo y aunque Luca me ofreció trabajo como modelo de desnudos tuve que declinar, porque la simple idea de seguir posando por ahí desnuda frente a los ojos de Luca Slock me parecía lo mas insensato del mundo, teniendo en cuenta lo mucho que babeaba cada vez que veía a ese hombre sonreír, y eso no sería muy profesional de mi parte. 

Recorrimos las calles de Madrid comentando una que otra cosa sobre la entrevista y lo bien que salieron las fotos, la cámara de Malena era muy buena, había sido un regalo de mis padres al descubrir el talento que desbordaba de ella, sin embargo las cámaras de aquel estudio eran sumamente profesionales. 

¿Ora puoi dirmi come diavolo vi incontrate tu e Luca Slock? —Cuestionó Malena en un perfecto italiano. Habíamos caminado hasta el centro de la ciudad y ahora estábamos en un pequeño y acogedor café, los ventanales me dejaban ver las transitadas calles y yo cada vez estaba más enamorada de Madrid. 

—¿Recuerdas del chico que conocí aquella noche en la fiesta de fraternidad? —Asintió atenta— Bueno, es Luca. Pero yo no tenía ni una puñetera idea de quien demonios era el. 

—Vale entonces conoces el chico una noche en una fiesta en Verona, te mudas a Madrid porque el sugirió que te lanzarás del avión, lo vuelves a ver y justo te toca empelotarte frente a el ¡Joder tía! Y yo a veces creo que tengo mala suerte. —Se burló y yo negué. 

L'universo mi odia e non ho un solo dubbio al riguardo —respondí con un poco de burla, un sonriente y bronceado chico se acercó a nuestra mesa. 

—Buenas tardes señoritas ¿Desean ordenar algo? Tenemos los mejores cafés de la ciudad y no es por ser presumido pero nuestro panini esta de locos —fue tan efusivo que me contagió su emoción de inmediato. 

— Ciao! Que genial ¿tu acento de donde es? —Malena fue la primera en hablarle y el sonrió aun más. 

—Soy de Venezuela y puedo tener una grata conversación con ustedes en —miró su reloj y frunció el ceño— 10 minutos. 

— Entonces te estaremos esperando, —Lena era así, extrovertida, brillante y extremadamente feliz— yo quiero un late vainilla y ella un café frio de avellanas. 

—Ya vuelvo —se retiró aun más sonriente y yo le alce una ceja sugerente a Lena. 

—¿No era esto lo que querías? Vivir, conocer, explorar y ser feliz blablabla —se burló y asentí, por supuesto que esto era lo que quería, era justo lo que necesitaba. 

—Un late vainilla para la señorita y un café de avellanas (mi especialidad por cierto) para la hermosa rubia —me sonrojé de inmediato, yo siempre había estado expuesta a cumplidos, debía aceptarlo, pero de igual forma me seguían tomando desapercibida— y un panini de mi parte, para que se enamoren un poco. 

—Que buena onda eres tío —le hablé— ¿Cómo te llamas? 

—Gracias, me llamo Alejandro —respondió tomando asiento— ¿Ustedes como se llaman? —preguntó. 

Dulce Madrid.Donde viven las historias. Descúbrelo ahora