XIV

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—Cuanto tiempo Barcelona —suspiró Luca.

—Cuatro o cinco años quizá —le respondió Ale.

—La magia sigue igual, este lugar está encantado —susurró Ian.

— Como ella —contestó Luca.

— Como ella —todos estuvieron de acuerdo. Se veían realmente mal todos y yo sentí que era momento de dejarlos solos. Salí de la cabaña un rato, había una piedra gigante y me senté sobre ella. Mi vestido me hacía sentir incomoda y la humedad me había llenado de friz todo el cabello. La verdad no me sentía bien y no tenía ni idea de cuál era la razón, quería llorar, gritar y no parar hasta no tener voz. Me quedé ahí por un largo rato, el silencio era ensordecedor y ahí, sintiéndome tan sola, sabiendo que a menos de cincuenta metros estaban mis nuevos amigos me di cuenta de lo triste y cómoda que era la soledad.

Todos salieron de la cabaña, Alejandro me llamó y me acerque a ellos. Estaban improvisando una fogata en medio de los autos, estaban todos los chicos sentados o apoyados en los autos, me pareció extraño que estuvieran todos menos Ian.

— ¿Donde esta Ian? —pregunté.

—No se siente bien, está en su habitación —me respondió Ella y asentí.

— Hemos cambiado demasiado — mencionó Luca.

— Ya no te cortas el cabello nenita de papá —. Se burló Savannah.

— Vos seguís siendo insoportable — Le dijo Samantha.

— Ambas — vociferó Luca.

— Es increíble pensar que hace cinco años estábamos aquí mismo con ella. Todo era tan diferente, sin embargo la magia se mantiene estática, este lugar es tal cual ella lo describía y aunque sin su presencia se sienta algo vacío se que ella ama que estemos todos aquí — murmuró Alejandro y no pude evitar sonreír.

— Gracias rubia — voltee a ver a Sam.

— ¿Por qué? —cuestiono.

—Por llegar a nuestras vidas con tus palabras inspiradoras y tú sonrisa eterna, necesitábamos esa energía —le regalo una sonrisa y me regresa una mueca tímida.

—Rubia —me llamó Luca, 

—¿Qué pasa? —cuestioné.

— ¿Quieres dar un paseo? —balbucea, parece nervioso. Asentí y lo seguí a través de un sendero lleno de luces que estaba detrás de la cabaña, una pequeña quebrada pasaba por medio de dos montañas. Más allá una cabaña aún más pequeña se escondía detrás de algunos árboles.

—Te presento mi casa de muñecas versión gigante —Abrió la puerta y me dejó pasar. Dentro había un pequeño sofá tapado con sabanas blancas, posters cubrían las paredes y había un montón de juguetes regados por el piso. 

—Es preciosa —susurre. 

—Lo se, este es mi lugar especial —tomó asiento en el sofá. 

—Yo no tengo un lugar especial, pienso que las personas hacen especiales los lugares —mencioné y tome asiento a su lado. 

—Era necesario que dijeras algo como eso, si no, no eres tú —suspiró— Tu compañía es bastante grata a pesar de que eres rubia. 

—Dime un número —una idea paso por mi mente. 

—Once —respondió y yo sonreí. 

—Puedes hacerme once preguntas, las que quieras, luego yo te haré once a ti —le dije. 

Dulce Madrid.Donde viven las historias. Descúbrelo ahora