Capítulo 8

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Mientras tratamos de enseñar a nuestros hijos todo acerca de la vida, nuestros hijos nos enseñan de qué trata la vida.
—Angela Schwindt

FRANCESCA

—¡Mami!

—Pero si son mis princesas —digo abrazándolas—. Las extrañé mucho.

—¿Me trajiste un yegalo? —pregunta Alía con ilusión.

—Si mi niña, te traje un regalo.

—¿Y a mí? —pregunta Laya.

—También a ti —las presiono más entre mis brazos recibiendo su rico aroma de bebé.

Porque si, son mis bebés, mis hijas.

Como de costumbre y aunque ya pesan bastante, las levanto a ambas. Ellas automáticamente rodean cada lado de mi cintura con sus piernecitas y me abrazan el cuello.

—¿Qué tal todo sin mí? —le pregunto a Sebastián a modo de saludo.

Me siento en el piso a su lado y suelto a las niñas para que sigan jugando, pero no se me despegan.

—Diría que mal, pero interrumpiste el show de la princesa loca —me enseña la muñeca—. Realmente ya no me agrada esta tipa, es una drama Queen.

Río —Creo que es candidata para donación.

—¡No! —grita Alía cerca de mi oído amenazando con reventar mi tímpano—. Es mi muñeca favolita, no la yegales, mami —le quita la muñeca a Sebastián y la abraza.

—Era una Broma, Cielo, nadie va a regalar a la princesa loca.

—Mami, yo soy una princhesecha —interviene Laya.

—Se dice princesa —le corrige Sebastián con paciencia—. Repite conmigo, princesa.

—Princhesa —repite ella con orgullo.

—Muy bien —le celebra él—. Ya casi te sale, falta practicar.

Ella se pone de pie y gira en un círculo enseñándome su vestido —¿Viste mami?, soy una princhesa.

—Yo también —dice Alía imitando su acción.

Ambas me muestran sus vestidos, en realidad son disfraces. Laya lleva el traje de blanca nieves y Alía lleva el de Mérida.

—Pero que bonitas —les aplaudo—. ¿Quién les regaló estos trajes tan lindos? —les pregunto a pesar de saber la respuesta.

No necesito ser un genio para saber quién es el único obsesionado con los disfraces y con mis hijas usándolos.

—El tío Salvi —responde Alía con la efusividad que la caracteriza.

Por eso digo que a pesar de ser similares físicamente yo las veo tan diferentes. Alía es efusiva, gritona, expresiva, juguetona, desordenada y a pesar de ser una buena niña es algo rebelde.

Salvatore acertó muy bien con el disfraz de Mérida esta vez ya que Alía es igual de inquieta que esa princesa, mientras que Laya es mucho más tranquila. Le gusta ordenar sus juguetes, no es peleadora en lo absoluto, siempre obedece sin rechistar y le gusta dormir a cada instante. Si, por supuesto que tiene el disfraz de la bella durmiente también guardado por ahí.

Ambas tienen personalidades distintas y muy marcadas, pero eso no quita que sean muy unidas. No suelen pelear como creí que los niños pelearan, por el contrario, desde muy pequeñas han jugado juntas aunque siempre es Laya quien se amolda a los juegos de Alía.

Última Batalla de Roma | [Roma #3]Donde viven las historias. Descúbrelo ahora