Capítulo 33

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ALEC

—Lo que sea que hayas hecho, te envidio —suelta Ludovico.

No se calla nunca y estoy comenzando a arrepentirme de pedirle al director que me devolviera a estos inútiles como vigilantes.

A decir verdad, con ellos logro mucho más que con el escuadrón pasado, por lo menos estos me dan comida de la cual no desconfío... a veces.

—La envidia no es un concepto que maneje —me encojo de hombros.

—Ya di el secreto, ¿qué debo hacer para que el director caiga ante mis peticiones?

—Nacer de nuevo, llamarte Alec Belucci y ser ofensivamente millonario —enumero con mis dedos.

—Claro, porque el dinero lo resuelve todo como si fuese lo más importante —interviene el policía inepto hablándole al aire con tono irónico.

—Eso es justo lo que diría un pobre —le comento a Ludovico, pero hablo fuerte para que se escuche bastante claro.

—¿Les molesto, podrían cerrar la boca de una puta vez? Los adultos tenemos que trabajar —dice la chica... esta... Sa... ¿Sandy?

Ella se encuentra sentada junto al rubio amante de la tecnología mientras le enseña algo en la pantalla de su laptop.

—¿Qué hacen? —les pregunta Ludovico.

—Rellenando la solicitud para que dejemos de ser los apestados —Responde la chica.

—¿Y decirle adiós al color negro? Pero si nos vemos de puta madre.

—No puedo creer que por estar castigados les hagan vestir completamente de negro y no su uniforme tradicional —comento

—No es por eso, otras veces nos han castigado por cosas pequeñas y no nos quitan el uniforme. Usamos el color negro para distinguir que cometimos traición hacia la institución y no somos dignos del uniforme.

—Es una estupidez —insisto.

—Una estupidez que alguien como tú, sin disciplina, no entendería —me vuelve a atacar el policía inepto.

—Fui la cabeza de la mafia más importante en esta ciudad por muchísimos años y actualmente el vicepresidente de las empresas Prada las cuales son un éxito. Tengo bastante disciplina, de no ser así, lo más probable es que ahora estaría en un patético escuadrón siendo un militar frustrado que no pudo llegar al ejercito italiano, recibiendo ordenes y engatusando a chicas menores que yo, porque las de mi edad no se detienen ni a darme la hora.

—Alec, basta —advierte Ludovico.

—Oh —continúo—. Y también andaría obsesionado con el ex novio de una de esas chicas menores, pero tranquilo, si tuviera esa vida de mierda, también estaría obsesionado conmigo. Como ex novio resalto bastante y debe ser difícil que tu novia haya estado con alguien tan... ¡Espera! Ni siquiera es tu novia, ¿cierto? —sonrío con burla y maldad.

—¡Chicos! —la puerta de la sala de juntas en la cual esperábamos se abre y deja ver a Giovanni—. Ya está listo. Tuve una larga charla con el director, pero ya podemos ir a buscar a Francesca.

—¿Quedó listo lo del pago? —inquiero.

—Si, hace horas Mauro transfirió el dinero de la cuenta que nos dijiste. Ahora estábamos terminando de resolver otros temas.

—¿Cuáles? —pregunta Ludovico.

—La dispersión del equipo. Quería disolver el escuadrón y enviarnos a equipos distintos.

Última Batalla de Roma | [Roma #3]Donde viven las historias. Descúbrelo ahora