Capítulo 16

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No existe la guerra inevitable.
Si llega, es por fallo del hombre
Andrew Bonar Law.

FRANCESCA

—¡Mami, Edan no me plesta un colol! —grita Alía.

—Alía, estás jugando a las muñecas con Chloe, ¿para qué quieres los lápices de Edan?

—Quielo dibuchar —hace un puchero.

Cuando voy a responder hago una mueca de dolor por la brutalidad de Laya. Nunca me ha dolido que me tiren del cabello, es algo que todo mundo sabe ya que desde pequeña papá se ensañaba con tirármelo para demostrar que tenerlo largo me haría débil. Nunca me lo corté por terquedad, bueno, no lo corté hasta que entré a la BSGI, el punto no es ese, el punto es que Laya literalmente me arranca algunos mechones con su maldito peine y esa mierda me está doliendo.

—Laya, más cuidado por favor —pido intentando sonar lo más suave posible.

—Si, mami —me da un beso en la mejilla.

—¡Mamá! —insiste Alía apuntando a Edan—. Mamá, mamá, mamá, mami, mami, mamita...

Suspiro —Edan, ¿puedes prestarle un color a tu hermana, por favor? —pido.

Él frunce el entrecejo y me mira como si fuese un señor enojado en miniatura.

—No, son míos, el tío Salvi me los yegaló.

—Hijo, no te pregunté de quien eran los colores, sé que son tuyos, pero no seas egoísta, puedes compartir con Alía, no los estás usando todos —intento mediar.

—No, son míos —responde.

Y para probar su punto, deja su pizarra en sus piernitas y toma todos los colores abrazándolos.

—¡Mami! —insiste Alía—. ¡Quelo pintar!

Y yo quiero un día sin que amenace con reventar mis tímpanos.

—Alía, estabas jugando a las muñecas con Chloe, si ya no quieres seguir jugando y te dieron ganas de pintar, guarda tus muñecas en la gaveta, ordena el desastre que dejaste en la alfombra y trae tus colores, todos tienen lápices, usa los tuyos.

—¡Pelo yo quelo esos! —apunta a Edan quien no tiene pinta de dejar de abrazar sus colores.

—Alía, no siempre tenemos lo que queremos, estás siendo una niña caprichosa y eso no me gusta —digo en tono serio pero sin retarla—. Edan no te quita tus cosas, déjalo dibujar tranquilo, si tú quieres hacer lo mismo, puedes ir a buscar tus materiales.

Alía hace un puchero y sus ojos se vuelven acuosos. —¡No me queles!

—Cosa uno, ¿quién no te quiere? —pregunta Salvatore entrando a la habitación de los niños.

En sus manos trae una bandeja con palomitas y jugos.

—¡Comida! —grita Alía al verlo olvidando que estaba a nada de llorar.

Salvatore se sienta en el suelo dejando la bandeja en medio de nosotros y abraza a Alía que se tira arriba de él con toda confianza como si no pesara nada.

—¿Mis papis yegalon? —le pregunta Chloe —. Quelo a mi mamá.

—No, Cielo, tus papis aún no llegan, pero ¿qué te parece si vemos una película para esperarlos?

—¡Si! —responde con entusiasmo.

—Vayan a elegir una —les dice Salvatore ya que Alía se ve bastante interesada también.

Última Batalla de Roma | [Roma #3]Donde viven las historias. Descúbrelo ahora