Capítulo 13

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¿Qué voy a hacerle yo, Si me gusta el whisky sin soda, El sexo sin boda?
— Joaquín Sabina.

FRANCESCA

Avanzo hasta la entrada de la casa de Fabbian y toco el timbre. Enseguida escucho los ladridos de Hércules seguido de los pasos de Fabbian, al verme me sonríe automáticamente y se hace a un lado para dejarme pasar.

—¿Todo bien? —pregunta.

—Mh, si —respondo.

Hércules me saluda olfateando mi pierna y se va al notar que soy una persona conocida.

Caminamos hasta su sala —¿Necesitas algo? —pregunta.

—Si, vine por dos cosas.

—Oh, y yo creía que era una visita de cortesía —se burla—. Bien, si puedo ayudarte, encantado, ¿qué necesitas?

—Bruno fue a casa y les compró unos juguetes a los niños, pero hay unos que necesitan ser inflados y nadie quiere gastar sus pulmones así que necesito tu inflador.

—¿Y lo segundo?

Sonrío —Sabes que es —me limito a contestar.

—No sé de que hablas —se hace el desentendido.

—Bueno, entonces solo quiero el inflador, por favor —me encojo de hombros.

Muerde su labio inferior disimulando una sonrisa. En dos pasos ya está frente a mi y me toma de la cintura acercándome a él hasta que nuestros cuerpos chocan frente a frente.

—Es de día —me recuerda ya que sabe que en el día no solemos hacerlo ya que estoy con los niños—. ¿Cuánto tiempo tenemos?

Inclina su cabeza y me besa, luego de corresponderle me separo un poco de él.

—Media hora —respondo.

—Mh— asiente y me levanta por los muslos haciendo que rodee su cintura con mis piernas.

Cruzo mis brazos tras su cuello y beso su mandíbula, luego avanzo hasta su boca sintiendo como una de sus manos se cuela bajo mi camiseta subiendo por el lateral de mis costillas.

Camina conmigo hasta su habitación a medida que nos besamos y me sienta en uno de sus muebles apartándose un poco, lleva sus manos al dobladillo de mi camiseta y me la saca. Enseguida imito su acción quitándole la de él y me deleito con sus abdominales pasando mis manos por estos.

Él vuelve a unir nuestros cuerpos y me besa. Siento su teléfono vibrar entre nosotros, pero lo ignoro. Él lleva sus manos a mi brasier y lo desabrocha, me aparto para ayudar a quitármelo del todo, pero él se separa de mi mirándome algo cabreado.

—Pon en silencio el móvil —pide—. Me molesta que esté vibrando a cada dos segundos en tu bolsillo.

Joder, pensaba que era el de él, de igual manera lo miro de mala gana y siendo una perra, me vuelvo a abrochar el brasier y me bajo del mueble dando un pequeño salto.

—Si el ruido de un teléfono te la baja no es culpa del teléfono —respondo de mala gana—. El problema lo tienes entre las piernas.

Recojo mi camiseta del suelo y la doy vuelta en mis manos ya que estaba al revés.

—¿Que haces? —pregunta confuso. 

—Jugando damas chinas —hago presente el sarcasmo.

—Francesca —suspira—. No te enojes, ¿si?, no me puedes negar que es totalmente mata pasiones un teléfono molestando, solo te pedí que lo silenciaras.

Última Batalla de Roma | [Roma #3]Donde viven las historias. Descúbrelo ahora