Viktor Volkov
Habían pasado dos días, Horacio de vez en cuando veía al Alfa, ya que este solía salir mucho e incluso de noche, siendo un mafioso era más que obvio que si vida se mantenía ocupada, el simplemente paseaba por la enorme y elegante casa, curioso miraba por las habitaciones del lugar, encontrando la mayoría bajo llave, estaba aburrido y solo, las ganas de regresar con su hermano no se habían esfumado, su inteligencia no era nula, por lo que investigar la casa, también tenía sus ventajas en cuanto a escapar se trataba, habían varios hombres vigilando, la mayoría de ellos alfas grandes y robustos, algunos suponía que se trataban de betas, todos portaban armas de alto calibre, algunos simplemente platicaban mientras su jefe no estaba, fumando un cigarrillo por unos cuantos minutos, descuidando una de las tantas salidas de escape, la nieve blanca y fría cubría el lindo y grande jardín que tenía la casa, quería salir, probar la calidez de esta, pero aún recordaba que no contaba con ropa abrigadora, por lo que simplemente miro como si fuera un recluso tras las rejas.
- ¡Estoy harto! Quiero largarme de aquí, maldito Alfa, me pregunto, ¿cómo la estará pasando Gustabo y Segismundo? -.
Regreso a la habitación en dónde se quedaba, había una televisión en ella, pero los canales eran aburridos y para su mala suerte, en otro idioma, ruso para ser más específico, siendo el tan imperativo, era normal sentirse a punto de volverse loco ante tanto silencio, sin más, intento salir de nuevo, pero unos pasos dirigiéndose a su habitación le hicieron parar, escondiéndose de inmediato detrás de la enorme cama. La puerta se abrió, dejando ver a quien tanto detestaba.
- ¿Qué haces ahí? -. Escucho su voz cansada.
-Y-Yo, solo me asusté-.
-Patético-. Se dio vuelta listo para salir, pero estaba vez Horacio no lo dejaría ir tan fácilmente.
- ¡Oye! -.
- ¿Qué? -.
-Estoy harto de estar aquí, ¿por qué tenerme aquí? Solo sales y no vuelves hasta después de días, mejor búscate a cualquier otro omega que quiera perder el tiempo-. Reclamo
-No-.
- ¿No?... Yo en serio quiero irme, quiero volver con mi hermano-. Añadió cabizbajo.
El Alfa noto la amargura de su aroma, su alfa interno quería acercarse a él, tomarlo y dominarlo, pues el mismo confesaba que extrañaba estar cerca de él, pero su trabajo siempre había más importante que un simple acoston, suspiro pesado y se acercó a él con lentitud, sintió el ambiente tenso, pues el omega no decía nada, solo permaneció callado.
- ¿Qué es lo que quieres? -.
- ¿Q-qué quiero? -.
-Habla-.
-Supongo que irme de aquí, no está en las opciones...-. el Alfa hizo un gesto, indicando que tenía razón. -Yo quiero ropa, para salir al jardín y... Algo que yo entienda-.
- ¿A qué te refieres? -.
-Tal vez una película que no esté en ruso-.
- ¿Qué más? -.
Horacio pensó detenidamente esa pregunta, tenía una en mente, aún que no sabía si formularla, pero su boca se abrió sin pensarlo.
-Tu nombre-.
Mierda
- ¿Motivo? -.
-Y-Yo, no sé cómo decirte o llamarte-.
El Alfa no era estúpido, no le diría su nombre, sabía que el omega tarde o temprano se iría y podría delatarlo, entregando su ubicación y datos, pero... Esa mirada que tenía lo hacía querer doblegarse, tenía que ser fuerte, pero la imagen ante sus ojos era extremadamente preciosa. El omega ocultaba su rostro con las mangas del enorme suéter que traía puesto, suyo, por cierto, le llegaba por encima de las rodillas y el pantalón de pijama, le hacía ver pequeño y tierno, sus cabellos teñidos y opacos caían por su rostro, y su hermoso rostro sin una gota de maquillaje, una imagen digna de apreciar.
Soltó un suspiro cansado, reconociendo muy en el fondo de su ser que estaba cediendo, que aquella imagen que le había arrancado un sonrojo de su pálido e inexpresivo rostro le había podido, que Horacio sin mencionar una sola palabra se había proclamado ganador, mostrando a los cuatro vientos la belleza inigualable que solo a él le pertenecía, con la que solo él podría ganar cada una de aquellas inútiles batallas. Dándose la vuelta espero a que su yo interior se calmara, a que su corazón dejara de latir con esa dañina fuerza y abrió su boca dejando que las palabras fluyeran por si solas.
-Puedes llamarme V – Acepto.
Horacio le miro con una ceja alzada, jamás había estado en rusia, por lo tanto, no conocía las tradiciones que la gente tenía, pero estaba seguro, y mucho, de que "V" no era un nombre.
-V? ¿Es en serio? -replico
-Si quieres llamarme de algún modo, ese es el único que aceptare-
Se miraron, peleando con sus miradas por una mejor respuesta a todas aquellas preguntas que ansiaban hacer, necesitaba saberlo, debía saberlo. Los iris del alfa mostraban su misma frialdad y rudeza, los suyos brillaban demostrando la curiosidad y morbo que lo dominaban, los sentimientos que lo acompañaban cada minuto que pasaba en esa jaula de concreto. Cortando la conexión el hombre le dio la espalda, dispuesto a salir de la habitación, pero cuando estuvo a la mitad del recorrido giro levemente la cabeza en su dirección.
-Te traeré lo que necesitas, descansa-
Escucho impactado esas palabras, porque durante unos segundos creyó ver como en esa coraza de hielo que rodeaba al alfa se creaba una grieta, entrando a aquel oscuro cuarto un rayo de luz que lo dejo paralizado. Vio como el hombre salía, dejándole de nuevo, encerrado en la habitación que representaba su prisión. Cayo de espaldas en la cama, mirando completamente perdido el granito blanco que decoraba el techo, había sentido una sensación tan rara, que todo lo que antes pensaba se había evaporado.
No, él te llevo cuando tú no querías. Él no siente, él no importa; te privo de tu libertad...
Paso su mano por su rostro, intentando borrar todo el rastro de compasión que había sentido. No podía sentir pena por aquel hombre que parecía solo tenerle de adorno, no era moralmente correcto, pero no podía evitarlo, se había visto tan débil el alfa...
Detrás de la puerta, el hombre se mantenía recargado en la blanca madera, con los ojos cerrados, meditando en lo que había ocurrido. Las palabras habían salido de su boca sin siquiera pensarlas, su lobo había buscado mostrarse amable, aligerar el delirio del pequeño omega que ocupaba la mayor parte de sus pensamientos. Él tampoco soportaba el encierro, odiaba no poder mantener consigo a Horacio, pero no podía arriesgar a su mafia entregando su ciega confianza en alguien que estaba seguro tarde o temprano le traicionaría.
No dejes que te afecte
Se recompuso, levantando la cabeza con orgullo, mostrando la seguridad y seriedad que un jefe se caracterizaba por poseer.
Debía ser el hombre...que siempre había sido.
Remin
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Tuyo 3 (Volkacio) FINALIZADA
Ngẫu nhiên-No debiste enamorarte de mi-. -Lo siento amo-. Frío y malvado, ¿que me llevó a fijarme en el? Extrañó a mi hermano y mis emociones cada vez son tan... raras. Omegaverse Volkacio Sexta historia Tuyo3 FINALIZADA