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Vodka

La respuesta le había hecho sentir frío por todo su cuerpo, no la esperaba, apretó sus puños, quizá por enfado o por angustia, dio dos pasos hacía adelante y abrazo al Omega de una forma posesiva y agresiva, sus ojos se clavaron en los ajenos, los cuales le miraban con miedo y súplica, su respiración era agitada, no podía permitir dejar ir al Omega, ese lado salvaje de él no lo conocía, estaba descubriendo una parte nueva de él. Horacio no entendía, el nerviosismo crecía en su pecho, haciendo que se sintiera oprimido, sus manos sobre el pecho del alfa eran lo único que los separaba de ese abrazo tortuoso.

—¿Qué haces? Volkov cumple tu palabra, ¡Sueltame!

—¡No! No te irás, Horacio no puedo, no puedo dejarte ir, yo. . .

Empujó el cuerpo de Horacio sobre la cama y salió a toda prisa de la habitación, cerrando por fuera con pestillo, su respiración aún era agitada y descanso sobre la puerta de madera. Horacio al escuchar el seguro, rápidamente se alarmó y corrió para impedir quedarse encerrado, pero era demasiado tarde, la perilla no abría; comenzó a derramar lágrimas y golpeó la puerta con fuerza.

—¡Volkov déjame salir! No me hagas esto por favor. . . ¡Volkov!

El mencionado tembló, no podía creerlo, no se creía capaz de hacer aquello, pero ahí estaba, temblando de miedo, apoyado contra la misma puerta que era golpeada con salvajismo. Escuchar la voz del Omega me dolía tanto, nuevamente estaba haciendo sufrir a ese ser que cayó por equivocación en sus manos; se alejó lentamente de la puerta, temblando en no saber que hacer, no sabía si debía dejarlo ir y perderlo para siempre.

—¡Te odio! ¡Eres horrible! ¡Un maldito monstruo!

—No, no. . . Horacio. ¡Te amo!

Horacio se quedó mudo al escucharlo, ¿Amarlo? Eso, no era amor, no lo conocía así, se estaba burlando de él, podía sentirlo y aquello, era un más cruel, jugar con sus sentimientos, aplastarlos y crear faldas ilusiones. Pateó la puerta, había tanta irá acomulada, que explotó en demasía, su garganta dolía ante los gritos y el llanto desgarrador que estaba viviendo.

—¡No juegues conmigo! No sabes lo que es amor, no tienes idea de tus palabras, eres despreciable, ¡Muerete maldito alfa!

Las palabras de Horacio le habían golpeado duro, había roto su orgullo, toda su voluntad, ni siquiera se dio cuenta cuando sus ojos se aguadaron y las lágrimas comenzaron a resbalarse por su lagrimal, salió corriendo de allí, asustado igual que un niño, temeroso e incorregible. Llegó a su despacho y metió pestillo, camino hasta la licorera que había sobre un mueble, tomo la mejor botella de vodka que tenía y la abrió, bebiendo directo de ella, gruñendo por el líquido agrio que bajaba y quemaba su garganta, se deslizó por la fría pared hasta acabar sentado en el suelo, bebió y bebió, el mareo se presentó luego de unos minutos.

Se sentía ebrio, jamás había bebido tanto, mucho menos vaciar casi una botella. Había un sentimiento de posesión que lo consumía, la cordura se iba, a medida que su borrachera aumentaba. Comenzó a hiperventilar, no sabía con quien hablar o que hacer, por lo que alcanzó el teléfono que reposaba sobre escritorio y marco con los dedos temblorosos, esperando que la línea del otro lado le tomará la palabra. Luego de unos 2 segundos, respondieron.

Diga.

—Conway. . . Ayúdame.—Respondió con la voz temblorosa.

—¿Qué sucede, Volkov?

—No puedo seguir, no quiero tenerlo un segundo más conmigo, tengo miedo...

No entiendo, deja de hacer el capullo y decírmelo ahora mismo

—Me he enamorado... Estoy tan ebrio ahora mismo, no puedo pensar con claridad. . .

Colgó el teléfono cuando escucho vidrios rompiéndose y cayendo al suelo, pareciera que la borrachera se había ido en un santiamén. Se levantó rápidamente y corrió hacia la habitación en dónde se encontraba Horacio, abrió y asustado de encontrar la escena de ese de nuevo le hizo palidecer. Pero había sido todo lo contrario, Horacio había roto los cristales de las ventanas a punta de patadas, ambos se miraron un par de segundos, ninguno de los dos pronunció palabra, el frío y el viento se colaron por las aberturas de las ventanas rotas.

—Volkov. . . Si no me dejas salir, haremos esto por las malas, ¿Entiendes?

Volkov se acercó, tomando el cuerpo del Omega, abrazando sin soltarlo, repartiendo suaves besos por todo su rostro, Horacio quedó perplejo, no comprendía su actitud, además, el fuerte aroma del vodka era tan real, que lo embriagaba. Alejó al alfa de el para mirarlo y notar el rostro sonrojado, al aliento a alcohol y los ojos entrecerrados. Había bebido, entendía su actitud y trato de tranquilizarse un poco, si continuaban gritándose, nunca llegarían a nada bueno.

Le tomo de las mejillas y noto que estaban mojadas, seguramente había llorado, aquello enternecio su corazón y se sintió realmente mal. Ahora entendía a Gustabo cuando lo llamaba "blando" y es que, su pobre y tierno corazón hablaba muchas veces por el, acababa lastimado y cediendo a sus sentimientos, apartando su conciencia; un poco tímido, se acercó hacia el y dejo un casto beso sobre sus labios sabor a vodka, el ahora y el sabor eran fuertes, pero le gustaba, por qué a eso olía el alfa.

—Volkov, bebiste mucho, tienes que ir a dormir. Suéltame y te llevaré a tu habitación, ¿Bien?

—No.

—Vamos hombre, ven conmigo.

—Si es con Horacio. . . Entonces si.

—¿Ah?

La expresión enfada de antes se había apaciguado y sonrió, Volkov ebrio no era tan desagradable como el sobrio, incluso había un apice de ternura en sus ojos que apenas podían mantenerse abiertos. Tomo su mano y el agarre del "abrazo" por fin se deshizo; lo guío hasta su habitación, el aire frío seguramente acabaría por embriagarlo más y no quería eso.

Nuevamente estaban en la habitación y antes de entrar, se aseguró de que el alfa aún le siguiera, le dió un suave empujón para que cayera sentado sobre el suave colchón y al mirarlo a los ojos, todo su cuerpo se petrifico, sus ojos grisáceos le miraban atento, le asusta an un poco, pues no podía descifrar que es lo que ocurría tras esa mirada intensa. Volkov tomo las caderas del contrario y lo atrajo hacia el, levantando la mirada, cayendo rendido ante sus pies cuando el aroma frutal se colo y remplazo el del alcohol. Había un calor intenso apoderándose en él, que lo obligaba a apretar las caderas delgadas entre sus manos y gruñir por el agarre del Omega sobre sus hombros.

El aroma a vodka se estaba extendiendo por toda la habitación, picaba y tanto el como Horacio, arrugaban la nariz buscando librarse de esa molestia. Horacio tembló, sentía que se podía marearse si permanecía más tiempo con el alfa, por lo que sigilosamente se soltó de su agarré y retrocedió, pero Volkov fue más rápido, pues tenía su muñeca aprisionada y los sentidos por los suelos.

—¿A dónde vas?

—Dije que te traería a tu habitación, pero nunca dije que me quedaría. Suéltame.

No.

La voz del alfa le causó escalofríos, su Omega y el se tensaron, había algo que le indicaba que estaba en peligro, Volkov se veía enfadado, su toque le hacía quemar y su aroma dominante lo doblegaba. Su respiración se volvió errática, su pecho subía y bajaba, su estado parecía al de la adrenalina, quería saltar y a la vez permanecer, pero había algo diferente y es que, la sensación de dominancia estaba más presente, no era por la ebriedad, incluso el sabía que para estar ebrio se necesitaba más tiempo del que había pasado, aunque se hubiera bebido una botella entera, volkov parecía cegado y atado a algo que le controlaba y entonces tardó en comprender;

Volkov estaba en celo.











































Remin
Mañana no habrá capítulo.

Tuyo 3 (Volkacio) FINALIZADA Donde viven las historias. Descúbrelo ahora