—¡Como mola, papá!— La sonrisa de Janice casi le llegaba a las orejas. Sólo sus hoyuelos impidieron que las esquinas de la boca le partieran el rostro.
Un rostro enmarcado por una melena de pelo verde trébol.
Depositó una botella de tinte vacía en el borde del lavabo que antes era blanco y se tiró de algunos de sus rizos. —Gracias por dejarme hacer esto, papá—.
Janice había querido teñirse el pelo desde que pudo hablar, pero Helen y yo siempre habíamos vetado el proyecto, hasta ahora, claro. Cuando ella había abordado el tema conmigo ayer, me di cuenta de que todo el mundo debería tener derecho a expresarse. Hacía del mundo un lugar más colorido y diverso.
Comprobé la hora. Los invitados a mi fiesta de cumpleaños llegarían en media hora, y aún tenía que preparar las bebidas.
Me puse a su espalda y coloqué mis manos sobre sus hombros. —Vamos a darnos prisa. Mamá te recogerá en unos minutos—.
Padre e hija nos sonrieron desde el espejo de mi baño.
Janice parecía un hada de pelo verde.
—Me encantan las mujeres con color en el pelo—, dije, recordando a una en particular.
Su sonrisa vaciló. —¿Conoces a otra mujer? ¿Con color en el pelo?—
—Umm...— Yo también detuve mi sonrisa. —¿Por qué lo preguntas?—
—Porque dijiste que te gustaban—. Se rascó la nariz con un dedo verdoso y dejó una mancha allí. —Y mamá dice que cree que estás viendo a alguien nuevo—. Sus ojos se encontraron con los míos en el espejo, curiosos e indagadores.
Negué con la cabeza. —No estoy viendo a nadie con el pelo teñido, Calabacita. No—.
¿Estaba viendo a Venus? ¿Tener una cena significaba estar viendo a alguien? Y Brackets no contaba. Sólo la veía de vez en cuando, pero no estaba viéndome con ella de verdad.
Así que, técnicamente, no estaba mintiendo.
Y a Janice no le gustaría que viera a otra persona que no fuera Helen, estaba bastante seguro de ello.
Ella asintió con seriedad. —Bien—. Volvió a sonreír. —Porque, ¿sabes qué? Mamá ha dejado de ver a George—.
¿Dejó de ver a George? No sabía que su romance con el rector había llegado a su fin. —Oh—, dije, curioso. —¿Qué pasó?—
Se encogió de hombros. —No sé. ¿Porque es viejo? Y se comió todo el chocolate que teníamos. Te lo conté en el zoo—.
—¿Y cómo está mamá?—
Helen siempre había sido la más fuerte de los dos. Más segura de sí misma. Más decidida. Más centrada. La que podía enfrentarse a cualquier problema. La que ganaría.
La idea de que sus planes salieran mal me hizo sentir algo de pena por ella.
—Bien. Supongo—. Tiró del dobladillo de su camiseta y la miró. Lo que antes era un blanco básico se había convertido en un mosaico de manchas verdes. —Más o menos bien, quiero decir. Pero creo que necesita otro hombre—.
—¿Otro hombre?—
Ella asintió. —Sí. No es agradable estar sola para ella. Quiero decir, me tiene a mí, por supuesto, así que no está sola. Pero yo no soy un hombre, ya sabes—.
—Claro. Eres una calabacita—.
Ella dirigió su mirada al techo. —Papáaa. Sabes lo que quiero decir—.
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El Último Tren | ✔️
RomanceDos desconocidos en dos trenes, separados por un cristal indiferente. Un vínculo se forma entre ellos. Pero, ¿se mantendrá cuando sus trenes se dirijan a destinos diferentes? El corazón de Evan sangra desde que su pequeña familia quedó destrozada po...