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Las historias suelen iniciar de formas increíbles y la forma en que inicia esta historia es con un acto de reconciliación. Los errores del pasado suelen afectar a varias personas, por lo que solucionar las cosas ocasionan otras cosas buenas ¿o no?. Mikey e Izana entendieron que no tenían porqué enfrentarse, ambos eran considerados hermanos ante su fallecido hermano mayor, por lo que repensaron en las consecuencias de lo que deseaban hacer. La pelea entre Tenjiku y la Toman terminó con Mikey e Izana formando un lazo de hermandad y amistad.

 Ambas pandillas determinaron el fin de la pelea con una tregua a razón de sus comandantes, pero todavía existían un par de cabos sueltos, o más bien un flechazo inesperado. Rindou Haitani y su hermano Ran Haitani quedaron asombrados por una razón: Souya Kawata, al menos uno más que otro. Un par de golpes fueron suficientes para captar la atención del menor de los Haitani, o más bien cierta atracción naciente por el joven de cabellos azules.

Rindou creía que había perdido la cabeza, se sentía atraído por el chico que lo había golpeado. Se debatió una y otra vez las posibles opciones; si estaba cuerdo o si había perdido la cabeza. No entendía como es que terminó en ensoñaciones e imaginando varios escenarios junto al causante de los estragos en su mente. Recrear en su mente una y otra vez los cabellos azules, ese singular gesto de enojo, sus labios pequeños y sus hermosos ojos azules, además aquella personalidad explosiva a la que había enfrentado. No estaba nada bien. Y como si no fuese suficiente recibió un par de burlas y reproches por parte de su hermano en cuanto le confesó lo que no dejaba de rondar en su mente.

 —¿Es...es en serio? —Ran lo miró con incredulidad mientras se estiraba su cuerpo en el sofá de su hogar— Digamos que te entendí, ¿Quieres salir con el tipo que nos golpeó? Bueno, también golpeamos... lo que quiero decir es que... ¿Te estás escuchando?

Rindou no supo donde esconder su rostro, inmediatamente se cubrió con las manos. La vergüenza lo rebasó, era inconcebible lo que estaba experimentando.

—Sí...bueno no sé, bueno sí sé, ¡bah! me gusta, no sé cómo, pero me gusta...

Ran nuevamente lo miró con los ojos entrecerrados tratando de entender lo que su hermano balbuceaba. Intentó descifrar lo que pasaba con su hermano. Lo que veía en su hermano no era normal. 

—Ran, no me mires así, solo me gusta, quiero conocerlo y quizá luego—

—Luego te ilusionas, te aguanto, lo superas y empezamos de nuevo, como si no te conociera

—Bueno, ya no es nuestro enemigo... —Rindou trató de excusarse

—Rin, peleamos contra él ¿Qué parte no entiendes?

—¿Me vas a ayudar o no? —Rindou intentó convencer a su molesto hermano una vez más

Ran poniéndose serio lo miró fijamente y le sujetó los hombros. Cómo si fuese a encontrar la broma o la trampa del asunto analizó al chico. Pensó en un último intento por hacer que su hermanito recapacitara de tan absurda idea por medio de la psicología inversa, eso lo haría cambiar de parecer. Que gran error. 

—Rin, eres mi hermano y te quiero. Es una pésima idea, pero podría ayudarte. Solo te advierto una cosa, no quiero que termines como...como, ya sabes, papá...no quiero que te hagan daño ¿pensaste en eso?

Rindou entendía completamente a lo que se refería su hermano. Cuando tan solo eran unos niños la madre de los Haitani confesó abiertamente que nunca amo a su padre y que deseaba una nueva vida, el señor Haitani no lo tomó bien. La enfermedad del Hanahaki atacó un día sin previo aviso. El señor Haitani se vio herido, solo y con el único deseo de ser correspondido, pero las constantes negativas y huida de su esposa solo ocasionaron que la enfermedad empeorase. Pétalos de flores de cerezo intentaron ahogar al hombre sin amor. 

Los niños Haitani experimentaron en primera fila el sufrimiento de su padre. Pétalos ensangrentados, vómitos, lágrimas y el dolor lo hicieron optar por una cirugía para extirpar las flores que crecieron en sus pulmones. Después de aquella intervención nada fue igual para el señor Haitani o para los hermanos, su padre cambió radicalmente. El padre amoroso y atento desapareció, en su lugar estaba un hombre tosco, desinteresado y ajeno a sus hijos. El amor unilateral podía acabar con las personas, era un hecho y una realidad dura.

Rindou con ello en mente negó varias veces enseñando una pequeña sonrisa a su hermano. Necesitaba darse ánimo a si mismo. Dicen que la esperanza es el peor y el mejor mal del ser humano. El rubio se aferró a la esperanza y a las posibilidades mínimas.

—¡Vamos Ran! ni lo creas, no llegaré a eso, él solo...solo me gusta, no es que vaya a suceder algo grave, además tú ya tuviste un acercamiento con su hermano ¿no?

Ran avergonzado simplemente evitó a su hermano con la mirada. Empezó a sentir vergüenza y calor en sus mejillas, odiaba tocar aquel tema. No era agradable recordar el pasado, era doloroso. Ran sabía esconder sus sentimientos, debía hacerlo. En ocasiones mostrarse molesto y sin heridas era un mejor camino.

—Solo fue un beso y un par de abrazos en una fiesta, eso no cuenta

—Smiley te rechazó y te tildó de acosador...

—Fue hace mucho tiempo, no cuenta

—Pero hace poco vi que seguías...

—Te dije que no cuenta, que estupidez es tomar en serio un par de besos 

—Como sea, pero ¿me vas a ayudar, no?

—Que sí...contra mi voluntad, que quede claro

Ran hastiado por el tema de su pasado dejó a su hermano solo y se fue a su habitación. Por otra parte, Rindou plantó una semilla de esperanza en su corazón. Él mismo buscaría al chico en su escuela secundaria y le pediría salir. En el poco tiempo en que las pandillas habían compartido un poco, la cercanía no fue inmediata, era lenta, pero a un buen ritmo. Un par de preguntas por aquí y allá lograron que el chico se enterara de un par de cosas del misterioso gemelo. Todo saldría bien, al menos así se visualizó a si mismo. Rindou confiaba en que sus sentimientos serían correspondidos.

Inefable [ Rindou x Souya ]Donde viven las historias. Descúbrelo ahora