Capitulo 17

73 7 0
                                    

¡Ay! Esta imagen no sigue nuestras pautas de contenido. Para continuar la publicación, intente quitarla o subir otra.





—No, eso es azúcar. —Me reí mientras Jaebum se quedó mirando la cuchara en su mano con expresión confundida.

—¿Estás seguro?

—Sí. —Señalé el siguiente gran tarro en el mostrador—. Eso es harina.

Sacó la tapa roja y miró fijamente el contenido.

—Parece igual que la que tomé.

—No, no lo es. La harina es polvorienta. El azúcar es granuloso. Todo está en la consistencia. ¿Nunca tomaste economía doméstica o viste a tu madre cocinar? —Volteé los huevos y revisé el crujiente tocino.

Era nuestra cuarta mañana juntos después que Bonnie trajera provisiones. Enseñar a Jaebum cómo cocinar había resultado más difícil de lo que pensé, pero había aprendido a hacer una tortilla, a asar carne hasta que estuviera bien cocinada, y a preparar una decente ensalada de pollo.

—No. Estaba ocupado.

—¿Haciendo qué? —Puse el tocino sobre un plato cubierto con toallas de papel.

—Persiguiendo y calmando mis hormonas, supongo. —Se encogió de hombros.

Arqueé una ceja mientras él medía una cucharada de harina y la ponía en el tazón de mezcla.

—¿Literal o figurativamente?

Sonrió.

—Un poco de ambas.

Cuanto más tiempo pasábamos juntos, más veía la versión de él antes de Joan, antes de Hyuna, y antes de todo lo que parecía atraparlo en Lim. Me asustaba mucho más de lo que me gustaba, su verdadero yo. No había vuelto a acostarse conmigo desde la primera vez. No preguntaba, aunque quería derribar sus paredes.

Mientras abría y ponía un huevo en la harina y comenzaba a quitar los pedazos de cascarón, descubrí que ya los estaba rompiendo. Hace una semana parecía imposible que cocináramos juntos, ahora trabajábamos en la cocina como un equipo, fácil entre nosotros, de una manera que debería parecer peculiar, pero no lo era.

—¿Tienes todo el cascarón? —Miré a su alrededor mientras ponía una pieza dentada en el fregadero.

—Creo que sí. ¿Ahora qué sigue?

—Leche.

Fui a la nevera y le entregué el cartón.

—¿Cuánto?

—Vierte. Te diré cuándo parar.

Abrió el envase, sus grandes manos hicieron un trabajo rápido con el cartón. Dejé mis ojos vagar por sus fuertes antebrazos hasta los tatuajes en su codo. Aparte de algunas miradas que podrían derretir un glaciar, no me había tocado ni había hecho ningún movimiento. La tensión crecía invisible, pero tan gruesa que era casi tangible. Tuve que obligarme a permanecer en mi habitación por la noche en lugar de arrastrarme a la suya. Mi pierna se había curado, las heridas se cerraron más rápido la segunda vez. Mi cojera estaba casi desaparecida, y tenía la intención de reiniciar mi investigación en los próximos días.

FOREST ||2JAE||Donde viven las historias. Descúbrelo ahora