"...El hombre que restauraba libros antiguos y cuidó de mi pierna lesionada no era un asesino. Pero del hombre que acababa de ahogarme hasta casi hacerme desmayar, no estaba tan seguro..."
||2Jae||
||Adaptación||
Inicio: 26/08/2020
Fin: 15/11/2021
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~⸙~
—La palabra está mal escrita. —Miré por encima del hombro de Jaebum al libro en el que estaba trabajando. El texto había sido escrito en una forma áspera con la mano inclinada, cada letra parecía apoyarse en la siguiente.
—Este es un manuscrito del siglo XVII que una vez adornó los estantes del monasterio más grande todavía de pie en Gran Bretaña. —Dejó caer su pluma en un envase de tinta, giró en su silla y me sentó en su regazo—. Creo que sabían lo que estaban haciendo.
Un trueno retumbó fuera mientras presionaba sus labios en mi cuello. El fin de semana había sido frío y húmedo. Desde lo ocurrido en el bosque ayer, no habíamos podido mantener nuestras manos lejos uno del otro. Sabía que las preocupaciones por mi padre estaban esperándome en el porche delantero, listas para asaltarme una vez saliera del cómodo capullo de los brazos de Jaebum. Así que me deshice de ellas y planifiqué el reinicio de la excavación para el lunes por la mañana.
—¿Dónde irás? —Miró mis ojos y apartó algunos mechones de cabello de mi frente.
—A ninguna parte. —Sonreí y lo besé—. Solo me quedaré aquí contigo.
Deslizó una mano debajo de mi camisa y hacia arriba de mi espalda. Besó mi garganta, pasó sus dientes a lo largo de mi piel y el vello de mis brazos se erizó.
—¿Esa es tu mano con tinta? —Me retorcí contra la mano en mi espalda.
—Sí. —Chupó mi yugular.
Traté de apartarme de su agarre, pero se mantuvo más apretado. Después de nuestro tiempo en los bosques, aprendí que la forma más rápida de acercarme a él era alejándome. Usó su otra mano para tirar de mi camiseta hacia arriba. Su caliente boca se presionó contra mi pezón, y mi aliento se cortó mientras pasaba lo plano de su lengua por el pico rígido.
—Jaebum...
Pasé mis manos a través de su cabello y agarré las hebras mientras se inclinaba de nuevo, sosteniéndome a su merced. Succionó y mordió mi pezón desnudo antes de ir al que todavía estaba encarcelado detrás de la tela de mi camiseta.
Besando de nuevo mi boca, murmuró:—Sabes lo suficientemente bien como para comerte.
Reclamó mi boca con una fuerza que habló a alguna parte interna de mí. Una que nunca había considerado, mucho menos explorado. Puse la mano bajo su camisa y acaricié su erección a través de sus jeans. Gimió en mi boca y agarró mi cabello hasta que gemí por la picadura. El dolor me dijo que el juego estaba comenzando, y estaba ansioso por comenzar.