Me presento ante ustedes, me llamo Lucía Noceda y soy una asesina, una peste entre la sociedad, una adicta, pero también tengo buenas intenciones (a veces), lo hago por gusto propio, aunque solo me limito a dañar a escorias peor de desquiciadas que...
Tengo la cabeza llena de oscuridad y la oscuridad es buena...
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La pequeña Luz entró a la habitación, la escena que encontró la dejó horrorizada, Lucía golpeaba brutalmente a su padre, había sangre en su bate y reía cínicamente ante la acción. Nunca esperó ver así a su hermana mayor, que siempre había sido tan cariñosa con ella, ahora que la tenía enfrente con esa mirada asesina no podía sentir otra cosa que no fuera miedo.
La impresión le hizo congelarse, sintió su respiración acelerarse y el llanto comenzó a brotar.
— ¿Lucía? — fue lo único que alcanzó a decir, su voz salió bajita y temblorosa. Pero bastó para traer de regreso a la realidad a Lucía, quien al verse descubierta por la persona que menos hubiera querido que la viera en ese estado soltó el bate y se alejó del hombre que yacía en el piso. Los nervios la invadieron y de pronto el valor que había sentido al inicio se había esfumado, quería desaparecer, pero frenó sus pensamientos cuando volvió la vista a Luz.
—¡Oh no, Luz! — intentó acercarse a la niña, pero esta reaccionó entre gritos y empujones, la persona que más amaba le temía, eso le caló hasta los huesos. Lucía comenzó a murmurar cosas inentendibles, en un intento por disculparse, sus ojos ardían por las lágrimas y se dejó caer al piso de rodillas.
Esto solo atrajo a los demás, las caritas de incertidumbre se hicieron notar, Hunter entró a la habitación y comenzó a evaluar la situación en silencio. La mayor retrocedió arrastrándose hasta que su espalda chocó con la pared, se abrazó a sí misma con la mirada perdida sin dejar los murmullos.
— Soy un caos, hermano hay un demonio muy fuerte dentro de mí ... Tengo miedo del daño que ahora sé que puedo causar... lo más extraño es que una parte de mí se siente en paz por aceptarlo— musitó luego de un rato.
Hunter se acercó a ella y le tendió la mano.
— No, tu solo nos defendiste, estoy seguro de que...—
— No puede ser ¡Soy igual a él! — le interrumpió.
El rubio envolvió entre sus brazos a la morena, limpió las lágrimas de su rostro con su pulgar, besó su frente y le ayudó a levantarse.
— No hermanita, tú eres mejor que él, lo hiciste por una causa... — pareció pensar lo que iba a decir — lo hiciste por nosotros, también estaba cansado de esta situación, pensé en hacer lo mismo que tú tantas veces, pero no me atreví porque soy un cobarde. Solo quería que todo esto terminara y tú lo has logrado —.
