🎪Chapitre IV🎪

1.4K 269 53
                                    

Era irónico que volver al circo era más sencillo que salir de él.

Entré a las gradas exteriores en grandes zancadas mientras era seguida por los mellizos y Morgan, ninguno decía una sola palabra, prefirieron quedarse en silencio a unos metros de mí. Porque juro, que si alguno de ellos abría su maldita boca, no me importaría agarrarme a pelos contra los tres como una gata salvaje.

Moví la carpa del circo para entrar y me dirigí por el pasillo en donde debería estar mi habitación, pero estaba más perdida que una brújula rota. No sabía en dónde estaba mi cuarto, habían demasiadas puertas en este pasillo y además, Jules, Peter y Morgan ya desaparecieron de mis espaldas, así que no sé en cual habitación entrar, y la verdad es que temo mover el pomo incorrecto y que del otro lado haya una sala llena de cadáveres en donde todos estén guindados como ropa recién lavada.

Seguí caminando por el pasillo y empecé a leer los números de las puertas, y si mal no recuerdo mi habitación era la puerta..... Dios, no lo recuerdo.

Una de las puertas del pasillo se abre y el rechinido del metal oxidado retumba en mis tímpanos.

De la pieza de madera sale una mujer con caminata elegante, ésta mira a sus lados y cuando se topa conmigo, me examina de arriba a abajo con una mirada crítica y un porte de superioridad.

Era una dama alta y esbelta, con cabello castaño y ojos marrones, pero con forma felina. Su atuendo me recordaba al de los años ochenta, vestía con una falda de tubo color caqui, junto con un top con escote de corazón y un blazer de color negro sobre los hombros. Llevaba unos guantes y un bolso Hermès Constance original, ambos de color negro. Y tenía unos tacones que eran la perdición de cualquier mujer, eran para morirse.

Después de que al parecer ella había terminado de analizarme, acarició con suavidad su bolso y habló.

—Así que tú eres el nuevo cebo—destacó con voz refinada.

—S-Sí—titubeo asintiendo con la cabeza.

—El placer es todo tuyo al conocerme, soy María Spelterini, la mujer de la cuerda floja—me extendió su mano apuntándome con el dorso de ésta.

La acepté para darle un leve apretón, pero ella no la alejaba, ¿No me digan que en serio quería que se la besara?

Ella alzó sus cejas en espera y rendida beso el dorso de su mano. Ella aleja su brazo satisfecha y vuelve a mirarme con el mentón en alto.

—¿Se podría saber tu nombre?—preguntó.

—Soy Anastasia O'Day—me presenté con una pequeña reverencia y ella sonrió.

—Pero que nombre más hermoso—se acomodó los rulos conmocionada.

—Muchísimas gracias.

—Veo que estás perdida, ¿A caso no encuentras tu habitación?—dedujo y asentí con la cabeza—pobrecilla, ven conmigo, te guiare a ella.

Se dio vuelta para caminar por el corredor e instintivamente la seguí. Sus piernas largas le permitían ir más rápido, pero no comprendía como podía mantener tan buena postura con unos tacones tan altos, yo ya hubiera besado el suelo como cien veces con ellos.

—Eres la chica por la que Morgan dejó los millones ¿No?—averiguó y la verdad no sabía que responder—ese desalmado—negó con la cabeza—hubieramos ganado mucho contigo—suspiró dramáticamente y luego se detuvo frente a una puerta—esta es tu habitación.

—Muchas gracias—agradecí y ella prosiguió en tomar el pomo.

A penas la abrió, María me da un pequeño empujón de lado para que le haga espacio a una bala que pasó entre ambas. Miré como ésta impactó contra la pared y dirigí mis ojos hacia Annie, quien yacía de cabeza sobre su litera mientras le ponía más municiones a su arma.

The Circus of the Forest  [Bilogía Circus #1]Donde viven las historias. Descúbrelo ahora