🎪Chapitre XXVI🎪

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El frío era increíble, parecía que estuviera durmiendo en el polo norte dentro de un iceberg. Me remuevo en el sofá en busca de calor y con uno de mis brazos rodeo a Rufus para sentir más calidez, pero ellos estaban peores, se encontraban congelados. Tan fríos como un témpano.

Abro los ojos agobiada y miro la hora en el reloj que decoraba la vieja pared. 6:15 a.m.

Me siento en mi intento de cama y me paso las manos por la cara suspirando. Inflo mis mejillas y dejo descansar mis extremidades superiores sobre el cojín del mueble, pero entonces siento algo viscoso bajo mis palmas. Alzo mis brazos para observar la piel de mis manos y el pavor que sentí al encontrarlas manchadas de sangre no era para nada normal.

Con lentitud, me giro para ver sobre mi hombro a los guardias que dormían conmigo y ahogo un jadeo de consternación al ver el escenario que se presentaba a mis espaldas.

Ambos tenían dos cuchillos clavados en las frentes.

Me acerco a ellos con las lágrimas amenazando en salir y los volteo para detallarlos mejor. Ojos abiertos y espantados, una cara de desespero que nadie se las podía quitar y un gran agujero en la parte superior de sus rostros.

Me alejo de ambos tocándome el rostro mientras grito de impotencia y las marcas de mis manos manchadas de la pintura carmesí se quedan grabadas en mis mejillas como en las películas de terror.

La muerte me ha estado acechando y no sé como aún he tenido la astucia o la suerte de que no me haya atrapado.

Traté de contener el torrente hirviente que mi cuerpo expulsaba y calmar la avalancha de lágrimas llenas de ira y dolor.

Yacía hecha un ovillo en la esquina del sótano, sola, llena de amargura, con el hipo impidiendo mi habla y con el vehemente llanto de una niña inconsolable. El dolor es desagradable y no me deja pensar con claridad.

Busco recomponerme y me levanto del suelo agarrándome de lo primero que toco. Me estabilizó y atisbo con los cadáveres que se encuentran en el sofá. Suspiro entrecortada y camino con dificultad hasta llegar a la puerta, ésta ya estaba abierta y sin seguro, y termino saliendo de ese lugar para encarar a la bestia que está allí arriba, ya que estoy segura de que él fue el responsable de esta desgracia.

Estoy perdiendo todo. Cada vez que tengo algo el universo busca la manera de arrebatarmelo. Primero me dejan en cautiverio alejándome de mi familia, segundo me traicionan, luego me venden, casi me violan, me lastimaron física y mentalmente, y me están arrebatando a las escasas amistades que he logrado obtener.

Mi estado deplorable es un asco, pero la vida le encanta seguir dándome golpes hasta verme caer.

Grito por los pasillos notando como cada guardia me ve pasar creyendo que estoy demente. Abro puertas y puertas hasta encontrar al maldito que hizo todo esto en el centro de su gran sala, jugando con la punta de un cuchillo.

Me quedo de pie a unos metros prudentes de él, mirándolo con odio e ira, pero era tanta que mis puños se apretaron tanto hasta el punto en que mis nudillos se pusieran blancos y que mis uñas encajaran en mi piel.

Él sonreía con total tranquilidad, que ante los ojos de cualquiera hubiera parecido que no hizo nada.

—¡Eres un hijo de puta!—le grito observando con locura como él carcajea sin un mínimo rastro de remordimiento.

—Todos saben que aquí mi palabra se debe cumplir sin objeciones—interpeló jugueteando con la punta del cuchillo—este lo quería usar para ti.

Se acerca a mí haciendo que la suela de sus costosos zapatos resonaran por la sala.

The Circus of the Forest  [Bilogía Circus #1]Donde viven las historias. Descúbrelo ahora