🎪Chapitre XXXII🎪

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Veo como todo se llena de sangre, diviso en mis manos resbalar aquel líquido carmesí que perturba mi existir, pero ahora me asusta más el placer que siento al verlo.

Oigo voces que me llaman por mi nombre.

Anastasia...

Repiten con de manera siniestra.

Me veo rodeada de miles de cadáveres, desde el hombre al que Morgan asesinó frente a todos hasta las chicas de la mansión. Visualizo los cuerpos inertes de todas las personas que vi morir durante el transcurso de mi cautiverio y el horror se plasma en mi rostro.

Un sollozo se escapa de mis labios y busco la manera de revivir a las personas que en serio se convirtieron en gente importante para mí.

Erick está al fondo del lugar repleto de paredes negras y se ríe en mi cara, viéndome llorar. Las lágrimas se mezclan con las manchas de sangre y desesperada intento hacerlos reaccionar a través de los métodos de primeros auxilios.

Ninguno revive y eso me exaspera.

Alguien me cubre los ojos y el miedo se apodera de mi alma. Una voz muy reconocida me habla a lo bajo y me dice pausadamente que me calme.

Tranquila, Anastasia—me calma la persona—solo debes dejar todo atrás.

Me suelta y me volteo para ver a mis espaldas, pero no hay nadie.

Siento que todo se sacude y permanezco aturdida ahora oyendo una voz distorsionada.

Me dicen que abra los ojos, pero me cuesta hacerlo, me siento aferrada, ahogada.

Aprieto los parpados y me despierto de golpe con el corazón en la boca. El pecho me sube y baja, y siento como sudo frío. Pongo mi mano en mi corazón y noto que el órgano se encuentra acelerado.

Miro al frente y me encuentro con Jules, quien tenía una expresión contraída en preocupación. Sus achinados ojos azules se veían neuróticos y entre abrió los labios para hablar.

—¿Estás bien?—consulta con seriedad.

Asiento con la cabeza todavía procesando lo que acabo de vivir.

—Has dormido durante 18 horas, ya es otro día—cuestiona ansiosa.

—Debe ser por las pastillas que el doctor me ha recetado, tienen cierto gramo de calmantes—contesto acariciando mi sien.

—Pensé que habías muerto—menciona asustada y suelto una risita.

—Que esperanzadora.

—Si eso pasaba de seguro a Morgan le daría un ataque.

Una sonrisa tonta se dibuja en mis labios.

—¿Qué hacías aquí?—interrogo posicionándome mejor en la cama.

—Venía a pedirte ayuda para pintar las máscaras del evento—pestañea con inocencia—¿puedes?

—Claro—acepto saliendo de la cama, sintiendo el olor de Morgan en mi cuerpo por las sábanas.

Dejamos la habitación y Jules me lleva a un pequeño salón parecido a un cuarto de arte. Ella poseía brillitos en los ojos enseñándome el artístico lugar, parecía bastante animada respecto al tema.

Era un salón lleno de acuarelas y pinceles, tenía paredes blancas y piso de madera. En una mesa larga reposaban varios modelos de máscaras en blanco.

Jules me tomó de la muñeca y me invitó a tomar asiento en un taburete de color marfil.

—Debemos hacer todas del mismo modelo, son solo para los participantes del circo—explica señalando las caretas—¿Te parece si iniciamos?

The Circus of the Forest  [Bilogía Circus #1]Donde viven las historias. Descúbrelo ahora