🎪Chapitre IX🎪

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Dos enmascarados me llevaban a empujones detrás del maestro de ceremonias, ellos tenían mis cadenas como si estuvieran paseando a un perro y la escoria de Morgan poseía una gigantesca sonrisa ante ello. Junto a mí había una mujer, también encadenada, llorando y exigiendo que la suelten, creo que era la esposa del hombre que estafó a Morgan. Era una mujer entre los 45 y 50 años, tenía unas cuantas canas y líneas de expresión debajo de sus ojos. Ella estaba indignada y asustada, y le gritaba a los hombres que le dieran su libertad mientras pataleaba y luchaba contra ellos, pero cada uno de estos enmascarados poseían una contextura como la de The Rock, es como si vinieran de un universo paralelo en donde todos tienen figura de luchador de boxeo, y que con un solo puño te podrían mandar a Saturno.

Yo solo me limitaba en seguir a Morgan hasta el cuarto blanco, el cual aún no sabía ni que demonios era.

Nos detenemos frente a una puerta doble de metal que tiene dos ventanas circulares en los costados, del otro lado pude contemplar una cocina, en donde varias personas con máscaras de malla de color negro que les cubría completamente el rostro estaban cocinando.

Morgan se dio vuelta hacia la mujer que gritaba a mi lado y le sonrió de forma lastimera apoyándose en su bastón de maestro de ceremonias.

—¡Suéltenme!—gritó furiosa y con la cara roja de la ira.

Una delgada vena se le sobresalía del cuello a aquella señora.

—Ya saben que hacer con ella—les dijo Morgan a sus hombres mientras le acariciaba la cara a la mujer con ternura—tranquila, muy pronto te soltaran—mencionó con voz suave y pude ver como ella lo estrangulaba con su mirada furtiva.

—¡Déjenme ir!—volvió a patalear cuando los hombres se la llevaron al interior de la cocina.

Todo quedó en mutismo ante aquella escena y mi corazón retumbaba en mis oídos por la desesperación de la mujer.

—Sigamos—ordenó Morgan a los otros dos hombres que me escoltaban como un animal.

Avanzamos por el pasillo hasta detenernos delante otra puerta, pero ahora de color blanco. Morgan tomó la manilla plateada del objeto y la movió para abrir y mostrar lo que se encontraba del otro lado. Era un cuarto completamente blanco. Ya veo porque el nombre.

Todo, pero absolutamente todo el lugar, desde las paredes hasta el suelo, era de un tono blanco muy luminoso. Era como si estuviera dentro de un copo de nieve. Lo único que destacaba en el lugar era nuestra colorida presencia junto con la de otro hombre que estaba sentado frente a una pequeña mesa de madera negra y pulida, mirándonos sonriente.

Morgan dio varios pasos hacia el sujeto que vestía de un traje victoriano y ambos se estrecharon las manos con una sonrisa.

Morgan se sentó del otro lado de la mesa quedando cara a cara con el hombre. Y a mí me obligaron a sentarme junto al maestro de ceremonias para presenciar su conversación.

El caballero que estaba delante de nuestros ojos, me miró con cierta benevolencia y después me obsequió una sonrisa plácida que me hizo remover en mi silla.

—¿Te quedaste con una?—interrogó.

—No, duque. En realidad ella es nuestro cebo—contestó Morgan.

—¿Y por qué la tienes encadenada?

—Mi principessa tiene un fetiche extraño con las cadenas—sonríe de medio lado el peli negro acariciando mi cabellera dorada y provocando que haga una mueca de desagrado.

—¿Y no podría comprarla?—consultó sin quitarme los ojos—es muy hermosa—intentó tocar una de las hebras rubias que Morgan había acariciado y el contrario congeló su movimiento al golpear el dorso de su mano con el bastón.

The Circus of the Forest  [Bilogía Circus #1]Donde viven las historias. Descúbrelo ahora