9. Deja vu

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Pasamos por la casa de Riley para recogerla, y tras esperar durante unos minutos , en los que mi mejor amigo se queja innumerables veces por la tardanza, esta sale con una enorme sonrisa. Lleva puesto un vestido de color verde, ajustado y con un escote entrelazado.

—¿Te vas de boda? —cuestiona Aaron.

—¿Te vas a tomar por culo? —responde ella.

Ambos se sonríen durante unos segundos y finalmente, Aaron aparta la mirada.

—Estás muy guapa —concluye.

—Gracias. Vosotros también.

—A este no le mire mucho que es un hombre casado —pide, altivo, haciéndome referencia.

—No seas celoso, Turner —pido siguiéndole la gracia.

—Estás muy, pero que muy guapo, Alexander.

Comenta, divertido, antes de empezar a conducir. Escucho a Riley acomodarse en los asientos traseros y giro levemente mi rostro para encontrarme con los ojos verdes grisáceos de mi mejor amigo. Levanta las cejas repetidamente, invitándome a contestar.

—Me lo has dicho al salir de casa.

—Tengo que marcar territorio —se encoge de hombros —. He escuchado que te llama la atención otra persona.

Enfatiza la palabra «otra» y no puedo evitar esbozar una gran sonrisa. De repente, Riley parece estar muy interesada en la conversación, pues deja dramáticamente el móvil y se asoma entre los asientos delanteros.

—¿Quién? —pregunta, curiosa y por alguna extraña razón también feliz.

—Nadie —aclaro tras tragar grueso.

—¿Y ella? —cuestiona en un tono bajo, y puedo notar su repentina preocupación.

—Ya no hablamos sobre ella —explica Aaron, y no puedo evitar sonreír internamente ante su ayuda.

—Entonces —continua nuestra pequeña minion con su interrogatorio —, ¿Quién es esa nueva persona que te atrae?

—¿Por qué te haces la loca? —inquiere el castaño entre carcajadas.

—¡Porque quiero que me lo diga él!

Miro a ambos con el ceño fruncido y desconfiado, pero recuerdo rápidamente las palabras que me dijo mi mejor amigo. El «he visto como miras a Adeline» resuena en mi cabeza, entonces comprendo sus intenciones.

—Iros a la mierda.

—Pero, ¿sí o no?

—Claro que no, Riley.

—Claro que sí, Alexander.

Entorno los ojos, cansado ante sus especulaciones. Pero no puedo evitar regañarme internamente al ser tan obvio con mis miradas.

Escucho a Riley suspirar antes de volver a echarse en los asientos traseros, por lo que deduzco que ya se ha rendido.

—Bueno, como quieras —vuelve a suspirar dramáticamente, acto que repite Aaron —. Yo que anhelaba ser tu primer y último amor...

Aaron frunce el ceño rápidamente y se apresura a hablar.

—Para empezar, yo soy su primer y último amor. Y, para terminar, dichos términos no existen.

—Entonces, si no existen, ¿Cómo es que tú lo eres?

—Porque lo sería si existiesen.

—¿Por qué no existen? —indago, curioso ante su respuesta.

—El primero será especial, marcará un antes y un después en tus expectativas y en tu percepción sobre el amor, sin embargo, todos suelen ser pasajeros, tarde o temprano se acabará. Y el último, si es que se llega a tener alguno, será el más doloroso de tu vida, pues lo verás marchitarse o él a ti.

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