12. Otoño

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Mientras bajábamos la colina, los besos desesperados se convirtieron en leves caricias, el calentón se fue disipando con la abrumadora brisa de otoño, que acecha la llegada del invierno y mis lamentos por haber venido andando y no en coche se repitieron tal y como se repite el estribillo de una canción.

Mi miembro palpitaba levemente durante el trayecto, y una parte de mí, deseaba llegar a casa y seguir con lo empezado, sin embargo, todo me indicaba que no iba a ser así. Pues henos aquí, en la entrada de mi urbanización sin ningún rastro de la calentura previa.

Entramos tras mostrarle mi identificación al sensor que permite la entrada.

No puedo evitar fijarme en la chica que tengo al lado. Observo como mueve las manos escandalosamente mientras relata algo. Contemplo como frunce ligeramente las cejas antes de sonreír, achinando sus oscuros ojos y mostrando su perfecta y bonita dentadura. Suelta un ligero suspiro antes de centrar su mirada en mí.

—Y así es cómo me quedé sin perro —comenta, dando por finalizada su historia.

—Vaya —comento sin saber muy bien qué decir, pues sinceramente, no he escuchado nada.

—¿Vaya?

—Es decir, que putada.

—¿Me has estado escuchando, Alexander? —pregunta, divertida.

—¿Quieres la verdad? —asiente así que continuo —. No.

—Pues te has perdido una gran historia.

—Cuéntamela otra vez —pido atrayéndola hacia mí.

Le rodeo la cintura con las manos, haciendo que sus pechos rocen mi torso. El viento revuelve algunas de sus hebras, por lo que estas comienzan a caer amontonadas sobre su rostro. Las aparto ligeramente, dándome el gusto de repasarle cada detalle con la mano.

—Joder, como está el clima, ¿no? —carraspea nerviosa y una gran sonrisa altiva surca mi rostro.

—Joder, sí. Cómo está —respondo antes de alzar mi pelvis y rozar su entrepierna con mi miembro.

Entreabre la boca ante dicho movimiento, esperando más, pero me niego a dárselo, así que simplemente mi limito a posar mi mano sobre su nuca y atraerla hacia mi boca.

Comienza siendo un beso dulce, coordinado y bonito. Unas ligeras hojas caen sobre nosotros obligándome a separarme de aquellos labios para retirar la dichosa hoja que se posa sobre su melena marrón. Sonríe ante mi acto y se acerca nuevamente, pero antes de volver a juntarnos en un beso decide hablar;

—Un beso con sabor a otoño.

Entonces, vuelve a unirnos, fundiéndonos en un beso desesperado, lleno de lujuria y deseo. Los movimientos se tornan bruscos, mi agarre en su cintura se intensifica y unos ligeros jadeos comienzan a brotar de su garganta. Sin embargo, no puedo evitar repetir una y otra vez su frase.

«Un beso con sabor a otoño»

—Vámonos a casa —pido y acabo con nuestra cercanía.

—Voy a pedir un taxi.

—¿Cómo? —pregunto estupefacto.

—No quiero molestar.

—Vale —concluyo dando por finalizada la conversación.

Entrelazo su mano con la mía antes de seguir caminando por la urbanización hasta llegar a mi casa. Subimos en silencio hasta mi habitación y al entrar, un extraño ambiente llena la estancia. Me niego a encender la luz, pues la ligera iluminación que entra por el gran ventanal me ofrece una silueta espectacular de su cuerpo.

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