Despierto cuando el fuerte sonido que emana mi propia cabeza es más fuerte que el cansancio. No llego a abrir los ojos, pues no tengo la fuerza necesaria para llevar a cabo dicha acción. Siento la calidez que choca con mi piel, y dedujo que el sol me estaría dando.
Finalmente, me armo de valor y abro los ojos, aun sintiendo como mi cabeza retumba internamente. El repentino choque con la realidad me hace cerrarlos de golpe, pues la insoportable y molesta luz me impide observar a mi alrededor, ya que solo me permite contemplar el tono blanquecino del techo.
—Joder —mascullo antes de repetir la acción.
Esta vez, me acostumbro al cejador tono de la habitación tras pestañear en repetidas ocasiones, cosa que hace que alguna que otra lágrima se me escape. Mis ojos se mantienen estáticos, contemplando la plana superficie del techo, y aunque deseo moverme ninguna de mis fibras musculares reaccionan.
Pasan unos minutos, los cuales se me hacen jodidamente eternos y finalmente me incorporo sobre el colchón. La cabeza me sigue dando vueltas, cosa que hace que mi estómago se revuelva abruptamente y unas insoportables ganas de vomitar me arrollen.
Identifico la estancia rápidamente, pero no consigo entender qué hago en dicho lugar ni qué ha pasado la noche, o las noches, anteriores.
—Buenos días.
Una voz se gana mi atención rápidamente, por lo que la busco con la mirada hasta atisbar su figura en el sillón de mi habitación, leyendo.
—¿Aún tienes sueño, princesa?
Inquiere, aunque su voz está cargada de odio, cosa que no entiendo.
—¿Qué...?
—Llevas ocho días inconsciente.
Su frase me golpea de forma abrupta y seca, por lo que frunzo el cejo rápidamente antes de hablar.
—¿Qué pollas?
—Ese vocabulario —me llama la atención y yo bufo como respuesta —. Llevo días contigo y lo único que esperaba cuando despertases eran palabras de agradecimiento hacia tu padre.
Niego con la cabeza, pues sinceramente, su frase me repudia más de lo que me gustaría admitir. Me paso la mano por mi cabello, haciendo que este caiga de forma desordena sobre mi rostro.
La cabeza me va a estallar de un maldito momento a otro, así que gruño por lo bajo antes de volver a hablar.
—Tráeme un ibuprofeno.
—No soy tu chacha.
Le dedico una mirada de asco, la cual él pasa por alto. Me masajeo la sien durante algunos segundos, deseando así cesar con aquel insoportable dolor, pero de un momento a otro mis pensamientos caen en él.
—¿Dónde está? —le pregunto al hombre que tengo enfrente.
Me mira antes de dejar el periódico y carraspear sonoramente.
—Deberíamos hablar, pero ahora no es el momento. Estás cansado y débil.
—No me hagas repetir la pregunta —gruño cuando mi paciencia comienza a escasear.
—Tú fuiste quien estuvo esa noche con él, no yo.
—No me toques los cojones —sentencio mientras me levanto.
De repente, mi visión comienza a tornarse negra, el suelo bajo mis pies comienza a moverse, haciendo que mi cuerpo se tambaleé de un lado a otro.
—Ves cómo estás débil —se burla mi padre.
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Donde pueda verte
Mystery / Thriller«Los amigos de verdad te traicionan de frente» le dijo una vez el chico de ojos verdes grisáceos al de los azules apagados antes del hecho que cambiará su vida y se llevará a uno de ellos. Nadie sabe qué le pasó, o puede que alguien sí lo sepa, pero...