Epílogo

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Quién me iba a decir que aquella amistad que comenzó de una forma tímida, bonita y cuidada se iba a convertir en la mayor catástrofe de nuestro estado. Todo el mundo conoce a Alexander Parker, aquel chico prestigioso que fue cruelmente asesinado a manos de su mejor amigo, el cual traficaba y distribuía sustancias ilegales. O por lo menos, eso es lo que dicen.

Nuestra historia, querido Alexander, está siendo pregonada por todo el continente, o incluso me atrevería a decir que está resonando en todo el mundo, porque admiran nuestro desenlace tan catastrófico, pues en el fondo la gente ambiciona historias como está; sangrientas y despiadadas. Mientras que yo, solo quiero volver al pasado y corregir todos los errores cometidos.

Ojalá pudiera volver a nuestra infancia, no para vivirla al máximo, sino para evitarla. Evitaría encariñarme contigo, pues solamente así no me dolerías tal y como de dueles, Alexander. Vivo con el constante recuerdo de tu pérdida, anhelo vivir aquellos momentos a tu lado y todos mis pensamientos se ven dirigidos hacia ti.

Hemos tenido una historia muy mal contada, ya que comenzó en el punto de quiebre. No se relató nuestra infancia en su totalidad, como tampoco se hizo hincapié en la adolescencia. Aunque en el fondo, estoy seguro de que esta historia era la que me tocaba, ya que merecía acabar así; encerrado y sufriendo eternamente, sin embargo, tú solo fuiste un daño colateral y eso es lo que más me duele.

Hace ocho años, dos meses y catorce días que se emprendió tu marcha. Hace 2996 días que escuché el timbre de tu voz por última vez, que acaricié la rubia melena que tenías y que disfruté de tu cercanía. Y, por ende, hace 2996 días que no disfruto de la vida, que me odio por lo que hice y que te añoro como si fueras una parte de mí.

Jamás olvidaré lo que sentí cuando vi tu cuerpo caer tras el disparo, ni como forcejeaba contra los hombres que trabajaban para mi padre para poder acercarme a ti. Me perdí tu funeral, pues mi padre decidió sedarme durante días, solo para idear un plan que impidiese mi encarcelación, aunque mírame, de nada le sirvió aquello si unos años después me obligó a testificar falsamente.

El verdadero culpable es él, sin embargo, siempre me sentiré como la persona que te cavó el hoyo para la tumba, la que te tiró colina abajo y la que te descarriló de lo que iba a ser tu perfecta vida, querido amigo. Mentiría si te dijera que he dejado de odiarme, ya que el mero hecho de pensar en que el mundo jamás volverá a disfrutar de ti me rompe de una forma angustiosa. Compadezco de aquellos que nunca llegaron a conocerte, aunque también lo hago de los que sí, pues estos últimos jamás superarán tu pérdida. Fuiste uno de esos seres que solo pisan la tierra una vez cada muchos años, por lo que no sólo perdí a mi mejor amigo, sino que el mundo perdió a una gran estrella, aunque en el fondo sé que allí donde estés estarás brillando, disfrutando de la calidez que dejaste, y de todo corazón, espero que hayas dejado de odiarme, aunque sea mínimamente.

No merezco tu perdón, como tampoco merezco aquella segunda vida que espero con tantas ansias y la cual sé que jamás tendré, porque solo es eso; una ilusión. En el fondo sé que jamás volveremos a reencontrarnos, y aunque me duela admitirlo, en lo más hondo se mi ser me alegra, porque, querido amigo, las almas como tú han de dejar libres, y yo sólo te cortaba las alas.

Tenías un historial académico impresionante, una personalidad envidiosa y una belleza asombrosa. Querías conocer al amor de tu vida, casarte y vivir en una gran y alejada mansión, aunque asegurabas que te escaparías todas las noches para reunirte conmigo, en nuestra inexistente casa de madera. Anhelabas ser padre, pues me garantizabas que serías un padre espléndido, ya que tu mayor pesadilla era ser como aquel hombre al que considerabas como papá. Soñabas con sacar tu propia música, y me apena el que no estés aquí para saber que, a día de hoy, resuenas en gran parte del mundo. No hay persona a la que no le suene Geluid, aquella canción que produjiste hace unos diez años y cuya copia me diste nada más terminarla.

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