7. El comienzo del caos

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Llegamos a casa de Riley en un tiempo récord. Aaron baja del coche sin decir ninguna palabra, así que lo imito. Al cruzar el marco de la puerta principal veo a mis dos amigos estableciendo una conversación, por lo que deduzco que el castaño le está contando lo ocurrido.

Paso por su lado para dirigirme a la cocina, pero antes de entrar cruzo una mirada fugaz con ellos. Uno de ellos muestra índices de tener miedo o incluso temor, pero, por otro lado, el otro solo muestra un leve gesto de confusión, cosa que me enfurece más.

Entro dispuesto a buscar una botella de agua, pues los nervios y la incertidumbre me han secado la garganta, pero cuando abro la nevera para cogerla, otra botella de cristal llama mi atención. Observo el líquido verde durante unos segundos, pero finalmente, mando todo a la mierda y la cojo. Abro algún que otro mueble, buscando encontrar los vasos pequeños para servirme el licor, pero no encuentro nada, así que opto por ingerirlo así.

Apoyo las manos sobre la isla mientras bebo trago tras trago, sintiendo como el licor baja por mi garganta mientras este pica en ella, pero me niego a toser. Tras algunos minutos que a mi parecer pasan como la luz, me planteo si sentarme en la pequeña mesa que hay en la cocina situada frente a un pequeño ventanal que da a la parte trasera de la casa y disfrutar de mi soledad, o si volver al salón donde dos amargados me esperan. Tras una exhaustiva duda interna opto por tomar la segunda opción, porque las voces que provienen del salón llaman mi atención.

Camino hacia la salida de la cocina y justo al llegar a esta, mis ánimos aparecen, pues en el salón hay una joven cuyos ojos oscuros caen instantáneamente sobre mí. Pero para mí desdicha, los retira rápidamente volviendo a darle toda su atención a mi mejor amigo.

Me acerco y me siento en el sofá grande, donde casualmente está sentada Addy. Aaron, quién está sentado enfrente de ella le explica algo que no consigo entender, mientras que Riley asiente repetidas veces durante toda la conversación. Observo la escena desde fuera, y sonrío inconscientemente al ver como Riley coloca una de sus manos en el respaldo del sillón de Aaron, y la otra en la cadera. Inevitablemente, pienso en que parecen una pareja regañando a sus hijos, pero en este caso, el culpable es el padre y no los hijos.

—¿Tú qué opinas? — me pregunta la supuesta madre, sacándome de mis pensamientos — . Tú eres más inteligente y menos compulsivo que el idiota de Aaron.

—No sé muy bien a que te refieres —aclaro, pues sinceramente no tengo ni la menor idea de que habla.

—Sobre la foto —aclara con un cierto tono de molestia por mi pasotismo.

—Es simplemente una foto —logro decir con la mayor naturalidad posible, aunque en verdad es una situación que me sobrepasa. Siempre quise un poco de drama en mi vida, pero ahora que la tengo solo quiero volver a ser el chico preocupado por la universidad y no el chico preocupado por un obseso que le sigue a todas partes para hacerle fotos.

—¡Te parece que es una simple foto! —grita Riley, colérica.

—En la que salimos muy agraciados, por cierto. Y por supuesto, yo el que más —añade Aaron mientras sonríe orgulloso.

—¿Siempre eres tan arrogante? —habla Addy por primera vez desde que he entrado al salón.

—Yo no lo considero ser arrogante —responde entonando la última palabra en un tono despectivo —. Yo lo considero ser sincero.

—Pues déjeme decirle, señor Parker que su gran ego es innecesario en este momento.

—Déjeme decirle, señora Adeline, que soy Turner,

—Déjeme decirle, señor Turner, que me ofende su llamamiento. Pues me considero una señorita.

—Déjeme decirle, preciosa, que me trae sin cuidado como se considera.

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