20. De tú a tú

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Adeline me dio un por culo tremendo al enterarse de que Dylan era mi tío. Estuvo media hora hablando, alegando que ahora que lo sabía podía atisbar un gran parecido entre los dos, cosa que era mentira.

«¿Alexander lo sabía?» me preguntó en un momento dado. Yo fruncí el ceño, sin saber muy bien que responder. Técnicamente lo sabía.

Cuando teníamos ocho años Dylan solía visitarnos con mucha frecuencia, nos traía chuches y siempre nos daba una vuelta en su super-deportivo. Sin embargo, cuando fuimos creciendo Dylan dejó de venir a nuestra casa, por lo que es normal que Alexander no lo haya podido reconocer aquella noche en el kamikaz.

La pregunta que más me aterraba llegó cuando anuncié que faltaban unos minutos para llegar al sitio en el que se encontrarían los Berywen.

—Entonces, ¿el clan Turner está involucrado con el Agente B en la venta y distribución de droga?

—No—mentí y ella lo notó.

—Haré como que te creo.

Bajamos del coche tras aparcar en una calle de la zona y nos dirigimos hacia el bar de la desastrosa familia Berywen.

—¿Es su bar? —inquirió Adeline observando el elegante lugar.

—Sí—confirmé—, los Berywen son una familia que surgió de lo más bajo. Nadie sabe cómo alcanzaron tales logros y bienes, pero justamente nacieron tras la muerte de un gran magnate de la droga suiza, cuyos dominios reinaban primordialmente en Alemania, Estados Unidos, Irlanda y obviamente suiza.

—Déjame adivinar—sonrió—. Ahora mismo los Berywen dominan todos esos países.

—Mucha casualidad, ¿no crees?

—Demasiada—me siguió el juego—. Los Berywen sin lugar a duda tuvieron un golpe de suerte.

—Técnicamente el golpe se lo llevó el magnate.

—Le dejó sin habla—bromeó.

La contemplé absorto por su sentido del humor, ella notó que la miraba, pues me echó una rápida mirada por encima del hombro.

—Creo que tienes resto de chocolate en los dientes—comenté antes de adelantarla.

Gritó a mi espalda algo que no me molesté en entender y escuché como abría el bolso, he imaginé que sería para comprobar si mi falsa afirmación era cierta.

—Buenas tardes—saludé al hombre de seguridad—, infórmale a los Berywen que Turner está aquí.

—Los modales hacen al caballero—susurró Adeline tras llegar a mi lado.

—¿Qué Turner? —preguntó el malhumorado de seguridad.

—Que vengan y lo descubran ellos—me encogí de hombros—. Efecto sorpresa.

El simio medio desarrollado me miró con el cejo fruncido, mientras mantenía los brazos cruzados sobre su pecho.

—Aaron Turner—comenzó—. Hijo de Lyam e Idaly Turner, dueños de diversas posesiones legales y otras no tanto. Heredero del Kamikaz y otros tres locales de menor importancia, de los hoteles L&I, seis fábricas y once establecimientos dispuestos para la creación y venta de inmuebles.

Asentí como respuesta, tranquilo. Era normal que conociesen todos aquellos datos, pues nosotros también obligábamos a nuestros seguratas a hacerlo.

—Has hecho los deberes, ¿eh? —inquirió mi acompañante, atónita.

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